sábado, 8 de octubre de 2011

"Ecos de Alberione" - 7

“Si la Familia trabaja, ¿no refleja la vida de Cristo en un aspecto esencial?...”


Una gran virtud de P. Alberione fue su gran tenacidad y fuerza de trabajo para llevar a cabo todo tipo de tareas. Tuvo un hábito disciplinado al trabajo que lo aprendió desde niño junto a su familia. Como todo buen trabajador del campo, a fuerza de sacrificio y temple, supo sobrellevar la rigurosidad de la vida campestre, con sus avatares y sinsabores. Pero, no sólo manifestó en este rubro su osadía y fortaleza hacia el trabajo, sino que aún en sus tiempos libres encontró la forma de hacer cosas que lo edificaron y curtieron su carácter y personalidad.

“él da gracias al Señor por ser de familia profundamente cristiana, campesina, muy trabajadora; bajo este aspecto era proverbial entre sus conocidos y vecinos… Durante sus tiempos de seminarista y especialmente después, meditó el gran misterio de la vida laboriosa de Jesús de Nazareth ¡Un Dios que redime al mundo con ideas domésticas y con un duro trabajo hasta la edad de treinta años!” (Abundantes Divitiae, n. 124 y 126).

P. Alberione le encontró un sentido muy fecundo y edificador al trabajo. Constató que por medio de él, podía “santificar” la vida y ser ejemplo para los demás. Realizar un camino de perfección se presentó como todo un desafío y más aún, descubrió una sobrevaloración a esa concepción del trabajo, llamándolo: ‘trabajo redentor, trabajo de apostolado y trabajo fatigoso’. San Pablo como buen artesano −fabricador de carpas− conoció esta dimensión redentora, apostólica y fatigosa del trabajo. Mucha razón tuvo al señalar a los Tesalonicenses ‘que el pan hay que ganárselo de lo contrario no se es merecedor de comerlo’ (cf. 2 Tes. 3, 10ss.). Negarse hoy a esa posibilidad y a la instancia de honrar y santificar la vida por medio del trabajo o cotidianeidad, es una consigna paulina que invita a no dejar indiferente ni al más escéptico. Nos lleva a mirar, siempre la rectitud de conciencia en lo que hacemos, sobre todo, en el cómo, en el para qué y el por qué.

“…Volviendo del seminario y atravesando los prados, ya estaba listo el rastrillo para recoger el heno; y él, sin llegar a casa, se quitaba la chaqueta y los zapatos y se unía a sus hermanos hasta la hora de comer… ¿No es éste el camino de la perfección: poner al activo servicio de Dios todas las fuerzas, incluso las físicas? ¿No debe cumplirse, y mayormente por los religiosos, la obligación de ganarse el pan? ¿No es la regla que San Pablo se impuso a sí mismo?” (Abundantes Divitiae, n. 125 y 128).

No debiera extrañarnos encontrar esta concepción del trabajo tan simple, práctica y hasta diría diáfana que tuvo P. Alberione acerca del trabajo y sobre todo del trabajo paulino. Pues, supo lo que significaba ‘el ganarse el pan’ como lo señala muy bien San Pablo y comprobó que no hay nada más gratificante y digno que colaborar en la construcción del reino, con la dimensión creadora de cada persona: su trabajo. El trabajo fue, sin duda, un aspecto esencial en la vida del mismo Jesús y lógicamente, en la de nuestro Beato. Así lo corrobora, su opúsculo titulado: El trabajo en las Familias Paulinas, (1954), y también, El trabajo y la Providencia, preparado por A. Damino (1987).

“Si Jesucristo eligió este camino, ¿no será porque este aspecto era uno de los primeros a restaurar? ¿No es el trabajo un medio para ganar méritos? Si la Familia trabaja, ¿no refleja la vida de Cristo en un aspecto esencial?... Esto explica la abundancia de trabajo introducido en las congregaciones paulinas. Variar de ocupación es ya un descanso. ¡Todos al trabajo!: moral, intelectual, apostólico, espiritual (Abundantes Divitiae, n. 128 y 129).

Fredy Peña T., s.s.p.

1 comentario:

  1. Fredy como siempre excelente Reflexion.
    La primer Comunidad es la familia y Uds. son un ejemplo de ello. Dedicados cada uno a sus tareas.
    Son un ejemplo, como fue el suenio del Beato Alberione...!

    ETELVINA

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