viernes, 27 de diciembre de 2013

SEMINARIO DE ICONOGRAFIA DE GEORGE KORDIS


Ser creativo en el marco de la tradición

George Kordis - Iconógrafo

Autor: Lis Anselmi 
www.iconosdelis.blogspot.com.ar
lisanselmi@gmail.com


Publicado en la Revista On Line de Editorial San Pablo


El reconocido artista plástico, iconógrafo y maestro de iconógrafos, George Kordis, nacido en Grecia, estará brindando un seminario de íconografía en la Argentina a fines de enero. En esta entrevista, nos habla de su trabajo y sus experiencias.
¿Cuándo empezaste a pintar íconos?
Comencé a pintar íconos cuando era estudiante en la Escuela de Teología de la Universidad de Atenas, donde conocí a mi maestro el Padre Simeón, un monje chipriota que me enseñó las cosas básicas acerca de la tradición bizantina y la íconografía. Yo tenía 19 años de edad. Desde entonces, pinto íconos, ya hace 38 años.
¿Qué estilos íconográficos te han impresionado o influenciado?
He estudiado toda la tradición bizantina, ya que tenía que escribir mi tesis doctoral sobre la íconografía bizantina. Entendí que la tradición es una y no puede ser dividida en partes. Las tendencias estilísticas de la tradición íconográfica no son sistemas diferentes. Pero, en todos los estilos, los principios y las reglas básicas son las mismas, y, en cada escuela, se puede ver un modo específico de manejar la tradición y las reglas. Personalmente, me encanta toda la tradición y utilizo elementos de todas las escuelas; sobre todo, en mis dibujos, tomo elementos de la Escuela Comnenian de Iconografía y las paletas de los colores de la Escuela Paleologian.  En cualquier caso, estoy tratando de crear un estilo personal de presentar la íconografía tradicional.
¿Qué define lo que es un ícono? Por ejemplo, si pinto un Pantocrator con óleo sobre un lienzo, respetando todas las proporciones, ¿es un ícono?
Los materiales y la técnica no definen la autenticidad del ícono. Un ícono, como se dice explícitamente en los Hechos del Séptimo Concilio Ecuménico, se puede pintar en todas partes con todas las técnicas apropiadas. El ícono es un ícono porque lleva la figura, el rostro, la imagen y el nombre de la persona representada. Este es el elemento esencial que define la autenticidad del ícono. Si cambiamos la figura, el ícono ya no es un ícono, sino un retrato imaginario de alguien y, por supuesto, una imagen no puede ser venerada. Así que el problema no es el mantenimiento de las viejas técnicas, sin la preservación de las figuras tradicionales de los íconos.
¿Cuándo empezaste a pintar templos y cuánto tiempo te lleva hacerlo?
Empecé a pintar iglesias hace muchos años. Comencé con pequeñas capillas y, después de algunos años, pasé a iglesias pequeñas. Durante los últimos años, he pintado grandes y, a veces, hasta enormes templos, lo que es realmente difícil y requiere mucha experiencia, habilidad y conocimiento. Se necesita bastante tiempo para pintar una iglesia, pero no tanto como para pintar un ícono portátil.
¿Qué otros trabajos hacés además de los íconográficos?
Aparte de mi trabajo iconográfico, pinto cuadros seculares en los que uso muchos elementos de la tradición bizantina. Pinto gente posmoderna, trato de visualizar los aspectos de la humanidad moderna, la agonía de las personas posmodernas frente al misterio de la vida y la muerte, su lucha para comunicarse y crear relaciones reales. Estos son mis temas. Utilizo diferentes elementos de la tradición bizantina y de los movimientos modernos. Así que tengo mi modo personal de pintar.
¿Qué le aconsejarías a un aprendiz de íconografía?
Que sea paciente y valiente. El arte de la pintura de íconos toma tiempo y requiere mucha energía y, más que esto, exige fe y amor en el corazón. Si alguien no tiene amor o no lucha para llegar a esta realidad, no puede ser un buen pintor de íconos. Hay que vivir en la Iglesia, tener un tipo de experiencia de la vida de la Iglesia si se quiere ser pintor de íconos. Luego él o ella debe encontrar un buen maestro para aprender el arte. Alguien que pueda enseñar el espíritu de la tradición y no solo cómo copiar prototipos antiguos, esto es una buena etapa del proceso de aprendizaje, pero no es el fin del proceso. El estudiante debe aprender a ser creativo en el marco de la tradición.
A fines de enero, estarás brindando un seminario de íconografía en Buenos Aires, ¿qué se va a ver en este seminario?
Durante este breve seminario, voy a tratar de mostrar a los participantes cómo dibujar un ícono siguiendo la tradición bizantina y cómo manejar la técnica de temple al huevo para pintar un buen ícono. Todos vamos a dibujar y pintar un ícono del busto de un santo. Espero que sea una buena experiencia para todos los que quieran asistir.


Más información:
George Kordis: http://giorgoskordis.com/
Seminario de íconografía con George Kordis:
Auspicia: Editorial SAN PABLO
Organiza: Lis Anselmi,
Colabora: Jorgelina Arbonies
Informes:

domingo, 8 de diciembre de 2013

ENCUENTRO INTERRELIGIOSO DE REFLEXIÓN Y ORACIÓN POR LA PAZ


“El Señor bendice a su pueblo con la paz” (Sal 29, 11)

La Sociedad Bíblica Católica Internacional (SOBICAIN) y el Equipo de Animación Bíblica de la Diócesis de San Martín organizan un Encuentro de reflexión y oración por la paz, cercano a las fiestas de fin de año, tiempo especial para reforzar nuestro compromiso por la construcción de la paz en la familia y en la sociedad.
Guiados por la Palabra de Dios, se compartirá la experiencia de fe y el empeño por la paz desde la tradición judía, católica y protestante.
En este encuentro participarán como panelistas: Sr. Marcelo Figueroa (representante evangélico), Liliana Gurevich (representante judía) y P. Gabriel Rodríguez (representante católico).
La actividad se realizará en el Auditorio de la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Av. Callao 237 – CABA, el jueves 12 de diciembre a las 19 hrs. El ingreso es libre y gratuito.
Se podrá seguir el evento a través de internes, ingresando a: www.sanpablocampus.com

Más información: sobicain@sanpablo.com.ar


miércoles, 6 de noviembre de 2013

CONVOCATORIA


XIII ENCUENTRO DE ICONOGRAFÍA ARGENTINA

Convocatoria
La XIII Muestra de Iconografía Argentina se realizará del 20 de febrero al 16 de marzo de 2014 en el Museo de Arte Popular José Hernández - Av. del Libertador 2373, CABA.

Los invitamos a traernos sus iconos para selección, del 13 al 22 de noviembre, de 9:30 a 12 y de 14 a 16:30 hs. Los mismos deberán ser entregados en la sede de Editorial San Pablo, Riobamba 230, CABA.

BASESwww.iconografiaargentina.blogspot.com.ar

Coordinador: Walter Rodríguez – Editorial SAN PABLO
Asistente: Lis Anselmi – Cel. (011) 15 -5101-5979 lisanselmi@yahoo.com.ar

domingo, 1 de septiembre de 2013

Fiesta de San Gabriel Arcángel


La Eucaristía, oración social, universal y de la unidad


Escribe el beato Alberione: “La santa Misa es la oración de la universalidad y, a la vez, de la unidad;  es la oración colectiva y social.
La unidad se forma en Cristo eucaristía: una fe, una vida, una gracia, un rebaño, un Pastor, un paraíso.
La universalidad: antes de iniciar el sacrificio eucarístico, se acoge espiritualmente alrededor del altar a la multitud de hombres y mujeres: “todos los presentes”,  y se llama a todo el paraíso: “en comunión con la Virgen María, san José, todos los santos, apóstoles y mártires…”
La Misa es la inmolación de Cristo mediador, en quien se unen el cielo y la tierra, y en quien viven todos los miembros del Cuerpo místico.
Celebrar la Misa con conciencia social, es transformarla en el más vivo apostolado”. (Beato Santiago Alberione, Para una conciencia social).


Universalizar la Eucaristía

Esos textos del beato Alberione, escritos en 1953, y que son de una actualidad perenne, bien merecen una reflexión que nos ayude a “socializar” la Eucaristía y “hacerla universal” con las dimensiones universales de tiempo, lugar y con proyección eterna, para celebrarla y vivirla en unión con el Redentor.
Recuerdo al beato Alberione celebrando la Misa: impresionaba su actitud de fe, recogimiento y contemplación con que la celebraba. Para él la Eucaristía sí es un acontecimiento de salvación universal celebrado en la gran parroquia del mundo. Su corazón y su mente abarcaban a todos los pueblos en cada Eucaristía, y esa misma amplitud quería para su apostolado de la comunicación social: llegar a todos los hombres. Los cristianos que participamos en la Eucaristía, necesitamos vivirla como un acontecimiento de salvación universal, que Cristo resucitado nos invita a compartir con él para gloria del Padre.

El Vaticano II afirma: «La Eucaristía aparece como la fuente y la cumbre de toda evangelización, pues su fin es la inserción plena en el Cuerpo de Cristo, y en Él con el Padre y con el Espíritu Santo».

Esta afirmación del Vaticano II sugiere que la Eucaristía es la obra máxima de evangelización y de apostolado para la salvación de los hombres y gloria de Dios.

Por lo general las intenciones que se expresan se refieren a necesidades personales, de los presentes, y a necesidades más bien de orden material o temporal. Parecería que la catequesis eucarística está marginada, y por eso el pueblo y muchos sacerdotes no suelen vibrar al celebrarla, y los niños y jóvenes la abandonan después de la primera comunión y de la confirmación. Han llegado sólo a percibir el rito, sin haber experimentado lo que el rito expresa y celebra: Jesús Resucitado, más presente que nosotros mismos.

El alcance universal y celestial de la Eucaristía

Las primeras y máximas intenciones explícitas o implícitas de cada Eucaristía tienen que ser las mismas de Cristo presente, quien la preside como Celebrante principal: La gloria del padre y la salvación de los hombres. A esas intenciones del Salvador se han de sumar todas las demás.
Dice el Vaticano II, en la Constitución Sacrosanto Concilio, “En la Eucaristía se hacen de nuevo presentes la victoria y el triunfo de Cristo…  Para realizar una obra tan grande, Cristo está presente en el sacrificio de la Misa… Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia”. (ns. 6 y 7).
Y refiriéndose a la dimensión celestial de la Eucaristía, dice: “Mediante la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad eterna de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre, como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos al Señor un himno de gloria con todo el ejército celestial” (n. 8).

La Eucaristía, ejercicio del Sacerdocio de Cristo

Utilizando conceptos de la Sacrosanto Concilio, se puede formular esta definición: “La liturgia es una acción sagrada a través de la cual, con un rito, en la Iglesia y mediante la Iglesia, se ejerce y continúa la obra sacerdotal de Cristo; es decir: la santificación-salvación de los hombres y la glorificación de Dios”. (Diccionario de Liturgia, San Pablo. Madrid, 1987).
La Eucaristía no es sacrificio en el sentido literal de sufrimiento – pues Cristo ya no puede sufrir-, sino en el sentido de hacer sagrada una acción por la presencia y actuación directa de Cristo en persona, como sucede en el misterio eucarístico.
Cristo Jesús, mediante la Eucaristía, comparte y hace actual con la Iglesia, Cuerpo vivo y real de Cristo y pueblo sacerdotal -del que formamos parte- la obra total de la Redención que él realizó de modo sacerdotal durante toda su vida.
En la Eucaristía se hace actual y se perpetúa la obra sacerdotal de Cristo para la liberación y salvación del mundo; y no sólo constituye un gran mérito para quienes son santificados por Cristo mediante la celebración eucarística, sino que todo lo que él hizo y hace se atribuye también a nosotros como realizado por nosotros en unión con él. En la celebración eucarística, Jesús resucitado comparte con nosotros las promesas del Padre –la resurrección y la gloria-, y nos constituye en “nación santa, pueblo elegido, linaje escogido, sacerdocio real”. ¡Admirable misterio para vivir y agradecer sin fin!
Este portentoso misterio de salvación a nuestro alcance, dista mucho de las eucaristías reducidas a un simple rito externo para “cumplir”. ¡Tremenda deformación y responsabilidad!

Compartiendo la obra de la redención

Ante todo, es necesario estar convencidos de que la Eucaristía es obra máxima de la Iglesia universal. Por tanto, no se trata de una acción privada, sino que compartimos la obra redentora de Cristo y su sacerdocio en fuerza del sacerdocio bautismal y ministerial, como pueblo sacerdotal y miembros de su Cuerpo místico. No es obra privada de un grupo o de un pueblo, sino de un acontecimiento eclesial de salvación universal y cósmica.

La encíclica Sacrosanto Concilio inculca que “los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada… Aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada, no sólo por las manos del sacerdote, sino en unión con él”. (SC n. 489).
“Al participar del sacrificio eucarís-tico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, los fieles ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella” (LG n.11). Sólo así se alcanza la eficacia salvadora de la Eucaristía.
Ofrecerse en la Misa en unión con Cristo es la forma más excelsa de compartir eficazmente su misión redentora a favor de uno mismo, de quienes Dios nos ha encomendado como parcela de salvación, y del mundo entero. Y es a la vez la forma necesaria para superar el ritualismo vacío y el cumplimiento engañoso.

La Eucaristía, la obra máxima de evangelización

Juan Pablo II, en la Encíclica Ecclesia de Eucaristía, parafraseando la cita de la Lumen Gentium, escribe: “La Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo y, en él, con el Padre y con el Espíritu Santo”.
La unión máxima con Cristo se realiza en la Eucaristía, empezando con la ofrenda de sí mismo en unión con él, y terminando por la comunión eucarística, acerca de la cual el mismo Jesús afirma: “Quien me come vivirá por mí”; “Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en el”.
La esencia del apostolado (la misión, la evangelización) no es lo que el hombre hace, sino lo que hacen Cristo y su Espíritu a través de lo que vive y hace el hombre, como Jesús mismo asegura: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto; pero sin mí, no pueden hacer nada”. El fundamento y desarrollo de toda misión es la unión con Cristo, y el objetivo es unir a los hombres con Dios en Cristo, para que alcancen la salvación eterna…
El cristiano que comparte y vive la Eucaristía ofreciéndose a sí mismo en unión vital con Cristo, es un auténtico misionero, pues con Él y en Él alcanza a toda la humanidad, al ofrecer Jesús su “cuerpo y su sangre por los presentes y por todos los hombres”.
El Vaticano II ha cambiado el eje de referencia del hacer al ser, de las obras a las personas, lo cual no va en perjuicio del hacer, de la misión, sino que le da mayor impulso, profundidad, amplitud y eficacia salvífica. Se parte del “ser en Cristo” para “producir fruto abundante” en unión con Cristo, mediante las obras de apostolado o evangelización. “Es necesario partir siempre de Cristo” (Aparecida).
El apóstol, misionero o evangelizador (y lo es todo cristiano auténtico), sólo de Cristo Eucaristía recibe la fuerza salvífica para su vida y sus obras, para sus cruces y alegrías.


Sacrificio eucarístico y holocausto humano

Si bien es cierto que en la Eucaristía Cristo no sufre de nuevo la pasión cruenta, sí podemos y debemos ofrecer al Padre en cada Misa, junto con Cristo, el inmenso y perenne holocausto de una gran mayoría de la humanidad, de los hijos de Dios y hermanos nuestros en todo el orbe.
Ante las grandes calamidades que sufren nuestros hermanos en todo el mundo, nos sentimos humanamente impotentes o simplemente miramos a otra parte. Pero con la Eucaristía podemos lograr cada día que Dios haga lo que nadie más puede hacer: convertir ese holocausto en causa de salvación para la humanidad, asociado a la Cruz de Cristo.
A la Eucaristía tenemos que llevar y ofrecer al Padre, junto con Víctima divina, a los millones de víctimas inocentes que son sacrificadas injustamente cada día en el vientre de sus madres; a los millones de inocentes inmolados por el hambre, la enfermedad, el abandono, las guerras, la violencia, la violación, la explotación. Ofrecemos sus tiernos cuerpecitos con el Cuerpo de Cristo, y mezclamos su sangre inocente con la de Cristo Inocente, “administrándoles” así el bautismo de sangre, pues en ellos ser repite la masacre de los Santos Inocentes, martirizados por Cristo sin ser conscientes de ello, pero realmente bautizados en su sangre. Así el Padre acogerá en su casa eterna también a los nuevos santos mártires inocentes.
Pero sigue otra letanía interminable de hermanos nuestros de todas clases, condiciones, religiones, naciones, edades…, que sufren martirios indecibles, muchas veces sin que nadie se entere. En ellos se cumple la palabra de Jesús a las mujeres que lloraban por él: “Lloren más bien por ustedes y por sus hijos, pues si con el leño verde hacen esto, ¿qué no harán con el seco?” A todos ellos también los tenemos que llevar a la Eucaristía, para que el Señor transforme sus cruces, asociadas a la de Cristo, en fuentes de salvación.
Todos esos hijos de Dios y hermanos nuestros constituyen nuestra parcela de salvación que Dios nos asigna en la Iglesia. Así es como nos hacemos padres y madres de multitudes regeneradas por Cristo, mediante nosotros, para la vida de la gracia y la vida eterna.

La Misa-misión empieza por casa

Pero la Eucaristía – la máxima obra de apostolado- que se empieza y se realiza en el tempo, tiene que continuarse como misión ante todo en la familia, en el trabajo, entre las amistades, conocidos, en el vecindario, en la parroquia… Pretender realizar la misión hacia fuera, sin empezar por casa, por el prójimo cercano, es una ilusión fatal.
En los ambientes en que nos movemos hay sin duda cristianos de solo nombre, cuya vida es un escándalo; hay ateos, hay prepotentes, explotadores, escandalosos, corruptos…; hay enfermos y familias destrozadas, en especial niños que sufren sin culpa… A todos ellos hemos de llevarlos a la Eucaristía, para que la misericordia omnipotente de Dios les conceda la salvación. Todos ellos pertenecen también a nuestra parcela de salvación. No sólo tenemos que orar por los difuntos, sino también por los vivos.

Eucaristía significa “acción de gracias”

No nos basta toda la vida ni toda la eternidad para agradecer a Dios, como conviene, todos sus inmensos beneficios, evidencias de su amor infinito: la vida y todo lo que constituye nuestra persona; la salud, la gracia, la Eucaristía, la Biblia, la Iglesia, los sacramentos, la fe, la redención, la naturaleza, la técnica, la familia, el universo…, todo lo que somos, tenemos, gozamos y amamos, y el paraíso eterno que esperamos.
Pero Cristo Eucaristía sí se hace nuestra plena “acción de gracias” al Padre por todo lo que somos, amamos, tenemos, gozamos, esperamos, y por el sufrimiento convertido en felicidad y gloria eterna. Pero la máxima gracia que el Padre nos dio es su propio Hijo, nuestro Maestro, Pastor, Camino, Verdad y Vida, nuestro Salvador y nuestra felicísima herencia eterna.

María y la Eucaristía

María, con su “sí”, acogió al Salvador en su seno y en toda su persona, pero no para quedarse con él, sino para entregarlo al Padre por la redención de la humanidad. María acogió a Jesús en el establo de Belén y lo presentó a los pastores, a los reyes magos, a los ángeles, y a la humanidad. María ofreció a su Hijo en el Calvario por nuestra salvación, y allí nos recibió a cada uno de nosotros como hijos suyos por indicación de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y en cada Eucaristía ella vuelve a ofrecer a Jesús por la salvación de la humanidad, de cada uno de nosotros, con amor infinito.
María es el modelo supremo de vida cristiana, vida de unión con Cristo y de amor salvífico hacia el prójimo: acoger a Cristo para darlo a los otros. Si de verdad acogemos a Jesús en la Eucaristía y en la comunión, si se realiza en nosotros su palabra: “Quien me come, vivirá por mí”, lo daremos a los demás, aunque no nos demos cuenta, pues “quien está unido a mí, produce mucho fruto”.

P. Jesús Álvarez, ssp




miércoles, 21 de agosto de 2013

99 AÑOS DE NACIMIENTO CON ÁNIMO RENOVADO


La Familia Paulina tiene sed de unión. Los hijos y las hijas del P. Alberione llevan anidado en su ser el anhelo de hacer realidad del proyecto del Fundador, ser un organismo de fines apostólico convergentes, unidos con vínculos más fuertes que los lazos de la sangre. Esto se hace realidad en momentos precisos, como los encuentros para celebrar el trienio de animación en vistas del centenario de la fundación propuesto por los Gobiernos generales.

El próximo martes 20 será la fecha para celebrar los 99 años de la fundación de la Sociedad de San Pablo, primer instituto de la Familia Paulina en nacer. Y es la segunda fecha del año donde la Familia reúne para preparar el centenario. Como esta fecha cae en día de semana, en Argentina se aprovechó el domingo 19, dentro del feriado largo nacional, para organizar la fecha de celebración. Esta vez, haciéndola coincidir con el Encuentro zonal del Instituto Paulino de vida secular consagrada “Santa Familia”.

Un primer momento, programado por la Comisión Organizadora del Centenario de la Fundación, fue iniciar la tarde reuniéndose por grupos para conversar con los miembros de Santa Familia, Anunciatinas y Gabrielinos. Se dieron cálidos y espontáneos diálogos, que en un sentir general fue de reconocer que no se conocía bien la vocación, misión y apostolado que realizan especialmente los matrimonios en los diferentes ambientes donde están presentes.

Con entusiasmo se pasó, en un segundo momento de la jornada de encuentro, a la celebración de la Eucaristía. Los Cooperadores paulinos, “Amigos de Jesús Buen Pastor”, animaron la misa con la música y el canto. El Superior provincial comentó en la homilía el testimonio que da san Pablo a los corintios, haciéndose todo a todos (cf. 1Co 9, 19-21). Asimismo, animó a hacer realizar la propuesta de los Gobiernos generales de organizar la oración vocacional los 20 de cada mes, desde agosto hasta noviembre del año 2014. Como siempre, el canto al Fundador que cerró la misa: “¡Alberione! ¡Alberione! ¡Alberione!”, inflamó de entusiasmo y alegría a sus hijos e hijas.


El día se cerró con un ágape fraterno. Durante este espacio, las Hijas de San Pablo y las Pastorcitas dieron testimonio de cómo fueron los inicios en Argentina. Así se concluyó el encuentro para preparar el centenario del nacimiento de la Sociedad de San Pablo y con ella la admirable Familia Paulina, hermanos y hermanas llamados a ser san Pablo vivo hoy.












Testigos Paulinos

Venerable, Canónigo Francisco Chiesa


     Nació en Montá de Alba (Cuneo), norte de Italia) el 2 de abril, Jueves Santo, de 1874, y fue bautizado el Sábado Santo, con los nombres de Francisco y Pascual.
     Hijo de humildes padres campesinos, entró adolescente en el seminario diocesano de Alba. Fue ordenado sacerdote a los 22 años, con especial dispensa de edad. Consiguió láurea de filosofía en Roma, de teología en Génova, de Derecho eclesiástico y civil en Turín.
     Sobresalió en la enseñanza que ejerció por más de cincuenta años en el seminario y en la Sociedad de San Pablo. Con la ciencia infundió el espíritu y las virtudes sacerdotales en los jóvenes clérigos y en los sacerdotes.
     Se sirvió del apostolado de la palabra escrita para hacerse todo a todos, y sus obras se imprimieron y reimprimieron incluso fuera de Italia, haciendo un bien inmenso.
     Durante 33 años fue párroco en San Damián, de Alba, y canónigo de la catedral. Su parroquia fue la mejor de la ciudad y de la Diócesis, tanto por la vida cristiana como por la organización pastoral y catequística. Una verdadera parroquia piloto, modelo.
     Antes de que la figura del Director espiritual fuera oficialmente instituida para los seminarios por san Pío X, Francisco Chiesa ejerció ya esa función con los seminaristas de Alba. Fue el guía de la mayor parte de los sacerdotes de su diócesis y, a partir del 1900, director espiritual de un apóstol de los nuevos tiempos, el P. Santiago Alberione, y a la vez padrino de la Familia Paulina.
     Es uno de los precursores del apostolado de los laicos, a los que integró en una vasta acción pastoral y misionera, no sólo apoyando a la Acción Católica y el Apostolado de la Oración, sino también creando nuevos grupos: la Unión de los Padres de Familia y el Grupo de Catequistas.
     Amante de la cultura en el sentido más amplio de la palabra, cultivó también el estudio de otras disciplinas complementarias, como la literatura, la astronomía, la geología, la matemática, las ciencias naturales, la historia y la teoría de la música, a las cuales se refería con frecuencia para ilustrar las verdades reveladas o hacerlas más atrayentes.
     En el seminario enseñó filosofía, teología, derecho, liturgia y patrística. Y al mismo tiempo, desde el 1920, enseñaba en el aspirantado de la Sociedad de San Pablo, donde introdujo, por sugerencia del padre Alberione, un nuevo método llamado más tarde “interdisciplinar”.
     El canónigo Chiesa estaba convencido del carácter sagrado de todo descubrimiento, de todo progreso tecnológico y humano destinado a la promoción del hombre y al anuncio del Evangelio. Por eso, no se contentó con las formas tradicionales de la predicación oral, sino que amplió su ministerio sirviéndose de la escritura y de las nuevas formas de comunicación.
     No sólo comprendió y guió la vocación de su alumno Santiago Alberione, diez años exactos más joven que el canónigo, sino que contribuyó eficazmente a su misión: dio un decisivo aporte a la fundación y consolidación de la Familia Paulina, a la que consideró querida por Dios “en Cristo y en la Iglesia” para anunciar el Evan-gelio a las masas a través de los medios de comunicación social.
     Pero lo que más impresiona en el canónigo Chiesa es el compromiso serio y austero de la propia santificación, que no se quedó en un hecho individual, sino que desencadenó una benéfica irradiación sobre el clero de la diócesis, sobre los personajes claves de la iglesia piamontesa, y en especial sobre las primeras generaciones de paulinos.
     De hecho, son hijos espirituales del canónigo Chiesa el mismo Santiago Alberione, Timoteo Giaccardo y sor Tecla Merlo, testigos de un modo nuevo de vivir la santidad cristiana, religiosa y apostólica (vivida como la vivió san Pablo: “Para mí la vida es Cristo”; “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”).
     Antes de que en la Iglesia surgieran los institutos seculares de vida consagrada, el venerable Francisco Chiesa quiso enriquecer su propia consagración presbiteral con la profesión de los consejos evangélicos.
     Pero, además, quiso compartir el ansia apostólica y “paulina” de su amigo discípulo Santiago Alberione, ansia que él mismo había educado y apoyado como director espiritual y consejero, y tan generoso colaborador que pudo declarar en el lecho de muerte: “Estoy contento de haber sido siempre paulino, y no me he arrepentido nunca”.
     Con justo título el canónico Chiesa es considerado el primer miembro del Instituto paulino de vida secular consagrada “Jesús Sacerdote”, que el P. Alberione fundó en los albores del Vaticano II, dando así forma y estructura canónica a un estilo de vida sacer-dotal diocesana que había admirado desde joven en su grande amigo y maestro.
     A su muerte, acaecida el 14 de junio de 1946, Mons. Luis Grassi, -entonces obispo de Alba-, en el funeral hizo su retrato en pocas palabras: “El mejor de los hijos de la diócesis; cristiano perfecto, sacerdote perfecto, párroco perfecto. No fue sólo un gran ingenio, sino también un gran corazón”.
     En conclusión, el venerable Francisco Chiesa no fue sólo un santo sacerdote, sino además, guiado por el Espíritu Santo, fue maestro de santidad y de amor pastoral. Rico en sensibilidad moderna, en doctrina, en gracia y laboriosidad, resulta un modelo de viva actualidad para los sacerdotes y pastores.
     La alta estima que él tuvo de la dignidad sacerdotal, hizo de él una perla del sacerdocio ministerial católico. Él honra al clero comprometido en continuar y perpetuar en los siglos la misión salvífica de Cristo Divino Maestro, Camino, Verdad y Vida.
     Pasaba a recibir el premio eterno el 14 de junio de 1946, en la ciudad de Alba.
     Fue declarado Venerable el 11 de diciembre de 1987.



Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp

viernes, 26 de julio de 2013

Testigos Paulinos

Beato Timoteo Giaccardo
Primer sacerdote paulino (Segunda Parte)


El padre Giaccardo tuvo plena conciencia de esta su segunda misión. Escribía en su diario: “Me parece ver claro que se define cada vez más este segundo ministerio: conservar, interpretar, hacer penetrar y fluir el espíritu y las directrices del Primer Maestro; y yo acepto con espíritu de humildad este ministerio, con ánimo dócil, afectuoso, sincero”.
     El P. Alberione confirmó: “Yo no tengo a ningún otro que comparta tan acertadamente mis sentimientos y mi ánimo; ninguno que tenga cuidado de ustedes con más sincera dedicación”.
     Pero tenemos otro testimonio de interés capital, manifestado por el mismo Fundador después de la muerte del padre Giaccardo:
     “Desde el 1909 y el 1914, cuando la divina Providencia preparaba la Familia Paulina, él tuvo una clara intuición, aun sin comprenderla del todo. Las luces que recibía de la Eucaristía…, su ferviente devoción mariana, la meditación de los documentos pontificios, le daban luz sobre todas las necesidades de la Iglesia y sobre los modernos medios para hacer el bien.
     “Entró en 1917 (todavía clérigo) como maestro de los primeros aspirantes… y se quedó para siempre con el nombre de “Señor Maestro”: amado, escuchado, seguido, venerado dentro y fuera. Fue el maestro que a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo, que aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración iluminada y ferviente… Se puede decir que escribió en cada conciencia y se volcó a sí mismo en cada corazón de Sacerdotes, Discípulos, Hijas de San Pablo, Pías Discípulas, Pastorcitas; y de cuantos lo trataron en relaciones espirituales, sociales, económicas…
     “Desde el día en que lo conocí y le señalé el Sagrario como luz, fortaleza, salvación, su vida fue una continua y cotidiana ascensión… Él prefería decir con san Pablo: “Hasta la plenitud de la edad de Cristo”.
     “Era maestro de oración. ¡Sabía hablar con Dios! Vivía de piedad eucarística, de piedad mariana, de piedad litúrgica; de amor a la Iglesia y al Papa…
     Fue maestro de apostolado. Lo sentía, lo amaba, lo desarrollaba… Era un dispensador de energía, un sostén para los débiles, luz y sal en el sentido evangélico.
      El Primer Maestro le debe una inmensa gratitud, y con él todos, pues todos se veían amados por él… Yo me fiaba de él más que de mí mismo; y estoy contento por habérselo demostrado…”.
     Como confirmación de este testimonio del beato Alberione (Primer Maestro), reportamos algunas expresiones textuales del mismo beato Giaccardo sobre el sentido de la misión paulina:
     “El Divino Maestro debe reinar sobre todo, debe ser dado “todo” a todos… mediante el Apostolado de las Ediciones. El Apostolado de las Ediciones debe iluminar todos los apostolados, sostenerlos, vivificarlos, abarcarlos, ejercerlos con sus apóstoles. Y éstos deben ser la gloria de Cristo, Divino Maestro”.
     “En servicio de Cristo Eucaristía, se busca y se elige lo mejor… Así, al servicio de Cristo hecho “Palabra”, debemos reservarle cuanto de mejor producen los hombres: el nuestro es un verdadero Ministerio sagrado”.
     El beato Giaccardo, después del Fundador, fue el primer sacerdote que escribió y publicó un libro, en 1928, con el título “María Reina de los Apóstoles”, que es la Patrona de la Familia Paulina.
     En 1936 regresó de Roma a Alba como superior de la Casa Madre. Colaborador fidelísimo del P. Alberione, se prodigó sin descanso por las Congregaciones Paulinas que iban naciendo, y que él llevó en sus brazos, conduciéndolas a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados modernos.
     Ya en edad madura, ofreció su vida por la continuidad de su propia Congregación y para que fuera reconocida en la Iglesia la nueva Congregación paulina de las Pías Discípulas del Divino Maestro. Y el Señor aceptó su ofrenda.
     Pasó a la Casa del Padre el 24 de enero de 1948, víspera de la fiesta de la Conversión de San Pablo. Sus restos mortales yacen en la cripta del Santuario de la Reina de los Apóstoles, Roma (los del beato Santiago Alberione, en la subcripta). Santuario que mandó construir el Fundador en el mismo solar donde el beato Giaccardo había fundado la primera casa paulina fuera de Alba.
     Fue beatificado el 22 de octubre de 1989.

Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp


miércoles, 17 de julio de 2013

TESTIGOS PAULINOS


Beato Timoteo Giaccardo
Primer sacerdote paulino (Primera Parte)


    Nació en Narzole (Cuneo-Italia) el 13 de junio de 1896. Fue bautizado el mismo día, con los nombres de José y Domingo.
Jovencito aún, se encontró con el P. Santiago Alberione, quien lo encaminó hacia el seminario diocesano de Alba.
    La amistad con el P. Alberione lo hizo sensible a las nuevas necesidades de los tiempos y se abrió a los nuevos medios pastorales de evangelización. A los 21 años, pasó del seminario diocesano a la naciente Sociedad de San Pablo, siendo encargado por el P. Alberione como maestro de los primeros aspirantes a paulinos. Le decían el Señor Maestro.
     Las condiciones históricas eran tales que parecía irrealizable se concediera el sacerdocio ministerial a los jóvenes del P. Alberione. La mayoría del clero diocesano veía posible que fueran ordenados los primeros paulinos, llamados por  broma “los curas del mono y de la campera”. El P. Alberione, firme en su fe y confianza, espera en silencio y en oración que Dios hiciera resonar la hora de la aprobación canónica de la Congregación y de la ordenación sacerdotal para sus jóvenes, llamados al ministerio de la predicación mediante la palabra escrita. Y así, ante la sorpresa y el estupor de todos, pudo ver a su clérigo Giaccardo ordenado sacerdote, en 1919, por su mismo obispo, quien anteriormente le había pedido la renuncia al hábito y al sacerdocio si quería ser paulino. Y además, su ordenación se adelantó a la edad canónica-mente requerida, mediante la oportuna dispensa, debido también a una imprevista circunstancia: para que su madre, enferma de gravedad, lo viera ordenado sacerdote antes de morir.
     Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario General de la Sociedad de San Pablo.
     Su vida es un ejemplo actual de cómo se puede conciliar una equilibrada madurez con la más intensa actividad apostólica. Con la ordenación de Giaccardo la Familia Paulina se injertaba en la Iglesia mediante el sacerdocio apostólico, en sintonía con el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos en todas las naciones”.
     La ordenación sacerdotal del P. Giaccardo marcó una fecha histórica para la Familia Paulina por otra razón: él era el primer sacerdote paulino ordenado expresamente para un ministerio nuevo en la Iglesia. Así la predicación realizada con los medios de comunicación social quedaba implícitamente considerada como verdadera evangelización.
     Lo que el Concilio Vaticano II sancionaría medio siglo más tarde en el decreto “Inter mirifica”, era ya anunciado en la ordenación sacerdotal del P. Giaccardo.
     El padre Santiago Alberione vio en este hecho una clara respuesta de Dios a su fe en la propia vocación y misión. Comprendió que sería la vocación y misión de una gran Familia fundada sobre el sacerdocio de Cristo, en la línea del Magisterio de la Iglesia y del ministerio apostólico; Familia heredera de la gracia y del apostolado de san Pablo; enviada para anunciar el Evangelio de Cristo a todos los hombres a través de los nuevos medios de comunicación social.
     Por otra parte, el P. Giaccardo representa el anillo de enganche entre el Fundador y las nuevas comunidades nacidas de la comunidad madre de Alba: él fue el primero que guió la migración de los dos grupos: masculino y femenino, que dieron origen a las comunidades romanas. En enero de 1926, teniendo en cuenta su gran amor al Papa, el Fundador lo envió a Roma para abrir y poner en marcha la primera casa filial de la Congregación.
     El beato Giaccardo escribió más tarde en su diario: “Yo, en la Congregación, no tuve la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de educar, plantar, integrar nuestra Sociedad de San Pablo en la Iglesia de Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre la apostolicidad de san Pablo; y he comprobado la paciencia de Dios en asistirme para llevar a cabo este ministerio”.
     Podemos afirmar así que, mediante el P. Giaccardo, la Familia Paulina se enraíza, incluso visiblemente y localmente, en la herencia de los apóstoles, representada por la sede de Roma.
     Como el beato Santiago Alberione fue el “padre” que, en la luz de su misión especial, dio vida a las varias ramas de la Familia Paulina, el beato Timoteo Giaccardo, su primer hijo espiritual, transmitió y profundizó la herencia alberoniana. Sin reflejar nunca el cansancio ni calcular la fatiga, sin concederse un día de vacaciones, compartió durante treinta años con el padre Alberione la solicitud por cada una de las Congregaciones paulinas, en sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como “llevándolas en brazos”.

    
Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, 
del P. Stefano Lamera, ssp

domingo, 14 de julio de 2013

¡Un siglo, no es nada!



Ya estamos a las puertas de un siglo de aquel día del año 1914  en que la Familia Paulina, veía la luz del mundo, desde la  ciudad piamontesa  de Alba, (Italia).  Zona, de fuerte característica rural, rostros con surcos marcados por el sol y el frío, manos fuertes para mantener a los numerosos niños que coronaba a los matrimonios del lugar. Sí, allí nacía una nueva familia religiosa, de la mano de un curita enfermizo, pero de mirada penetrante y horizontes amplios, el beato P. Santiago Alberione, este gran profeta que por allá en 1900 ya veía el horizonte de los nuevos areópagos, los Medios de la Comunicación Social. No tengo dudas que  la gran Familia Paulina nace de las manos del Dios rico de amor, como el agua de las cataratas que brota a raudales saltando de aquí o allá, eso es lo que siento al mirar el camino de las Paulinas, Paulinos, Discípulas, Pastorcitas, Apostolinas.  ¡Cuánto ese árbol ha extendido sus ramas plantado en varias países de todos los continentes! ¡También los numerosos  Institutos Agregados, como las Anunciatinas, Gabrielinos, Santa Familia, Jesús Sacerdote y los/las Cooperadores/Cooperadoras! ¡Qué bello ver ante Jesús Eucaristía, Camino, Verdad y Vida, estos diez ramilletes de vocaciones en la Iglesia, mujeres y varones, llamados, a  la Evangelización con los Medios de la Comunicación Social!  Las primeras Religiosas y  Religiosos, parafraseando al profeta Samuel, apenas casi dejan de ser amamantados, ya están sirviendo al Señor. Así fueron nuestros inicios, niñas y niños de 10, 11, 12 ó 15 años felices desgranaban el Rosario haciendo parte de la “Escuela Tipográfica Pequeño Obrero” o del “Taller Femenino”. Jóvenes con tan solo su valija y el pasaje de ida  en mano, cruzaban los mares, y fronteras con la fuerza de la fe y el ansia apostólica paulina les hacía sentir  como suya la experiencia de Pablo: “¡Ay de mí, si no evangelizo!”

Cien Años, Tiempo de Gracias…

Levantando mi mirada hago memoria en el contexto eclesial,  que estamos viviendo el año dedicado a  la fe,  el Sínodo sobre la nueva evangelización que ciertamente nos invita a fortalecer el Sínodo sobre la Palabra, tan importante para el apostolado paulino. Todos estos acontecimientos, nos  invitan a una auténtica y renovada conversión al  Señor, para extraer el agua desde nuestro propio pozo. Un año de gracias porque estamos caminado por el trienio de preparación al centenario de la Familia Paulina en 2014 y agradecer y celebrar el quincuagésimo aniversario de la muerte de Hermana Tecla Merlo, esta mujer que puso mucho abono en el inicio del gran árbol de la Familia Paulina.

Tiempo de gracias, porque también estamos caminando hacia el centenario de las Hijas de San Pablo, año 2015, en este acontecimiento somos invitadas a celebrar, confesar y agradecer la fe en Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida,  por tantas riquezas recibidas en todos estos años por cada paulina.

Este centenario también nos encuentra celebrando nuestro 10º Capítulo General de las Hijas de San Pablo en Roma Italia, con el lema: “Creemos por eso hablamos”.  Y el momento histórico que hemos  vivido los cristianos y no cristianos del mundo entero, con la renuncia del papa Benedicto XVI. Ciertamente es un momento muy especial y desafiante para la Iglesia y donde nosotras Paulinas y Paulinos, también tenemos un desafío  de estar atentos a los signos y acontecimientos de este momento.

Un tiempo de gracias con la llegada del papa Francisco, un huracán de novedad y signos que evangelizan por sí mismos. Día a día este profeta de este tiempo que sorprende a cada cristiano y no cristiano con alegría y esperanza, hasta el llanto. Como obispo de Roma, anima, renueva y evangeliza al mundo entero. A nosotros Familia Paulina, nos invita a “salir a la calle”. Estas palabras del papa Francisco, me resuenan en el corazón y me trae a la memoria las palabras de nuestro fundador el beato P. Santiago Alberione: “Si la gente ya no viene a la Iglesia, la Iglesia debe ir a la gente”.  Por eso estos cien años, es un tiempo de gracias,  por eso me atrevo a decir es nuestro tiempo, tiempo de centrar nuestra mirada en Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida, de relanzar la semilla de la vocación y misión paulina, de evangelizar con los Medios de la Comunicación Social.

Camino de fe

Siento  que más que un punto de llegada, nuestro centenario, es un punto de partida. Es un momento donde somos invitadas a una  escucha y discernimiento, porque las Hijas de San Pablo en este contexto del centenario tenemos que hacer posible el sueño de nuestro fundador: ser comunicadoras del Evangelio en la realidad de hoy.  Para esto necesitamos una mentalidad de cambio y junto a eso una adecuada preparación. Para mí, nuestra mirada debe estar en una formación integral. Lanzadas a la misión. Caminar y acompañar a los jóvenes acogiéndolos desde su realidad y nosotras integrándonos en ella.  Desarrollar una cultura de Pastoral Vocacional integrada a las varias pastorales. También es muy importante el valor del trabajo del laico, como parte de nuestra misión, potenciando cada día más, su aporte como colaborador de Paulinas  para el Evangelio.  

Necesitamos crecer siempre, para eso: mejor organización .Estoy convencida que nuestra congregación es una obra de Dios; que la Familia Paulina es una obra de Dios. Por eso con nuestro lema para el próximo Capítulo General: “Creemos y por eso hablamos”  queremos decir que en el anuncio, somos llamadas a coparticipar de la fe y de la vida, a ejemplo del apóstol Pablo, el gran apóstol de la gente.

También sabemos cuán frágiles somos: “tesoro en vaso de arcilla”. Y a la vez constatamos la riqueza que hay en cada uno, por eso, este centenario nos encuentra llenos de esperanza. Esperanza en el horizonte actual  que nos proyecta como Iglesia, como vida consagrada, en la comunicación y en la misión con nuevos desafíos. Por eso, ante las palabras de Jesús: “la mies es mucha pero los operarios son pocos, pidan al Padre que envíe más obreros a su mies”, confiando en su palabra, pedimos por las vocaciones paulinas, que el Señor está llamando, aquí, en Paraguay donde la vida consagrada, plena de fe, vive una rica cercanía y unidad con el pueblo.

 Hna. Virginia Élida Romero hsp

Hna. Virginia Élida Romero. Religiosa consagrada de la Congregación Hijas de San Pablo. Actualmente desempeña el cargo de superiora de la comunidad en Paraguay y es miembro de la CONFERPAR, Conferencia de Religiosas de Paraguay, desempeñándose como responsable de la Pastoral Vocacional y la Comunicación.