viernes, 27 de diciembre de 2013
Ser creativo en el marco de la tradición
George Kordis - Iconógrafo
Autor: Lis Anselmi
www.iconosdelis.blogspot.com.ar
lisanselmi@gmail.com
Publicado en la Revista On Line de Editorial San Pablo
www.iconosdelis.blogspot.com.ar
lisanselmi@gmail.com
Publicado en la Revista On Line de Editorial San Pablo
El reconocido artista plástico, iconógrafo y maestro de iconógrafos, George Kordis, nacido en Grecia, estará brindando un seminario de íconografía en la Argentina a fines de enero. En esta entrevista, nos habla de su trabajo y sus experiencias.
¿Cuándo empezaste a pintar íconos?
Comencé a pintar íconos cuando era estudiante en la Escuela de Teología de la Universidad de Atenas, donde conocí a mi maestro el Padre Simeón, un monje chipriota que me enseñó las cosas básicas acerca de la tradición bizantina y la íconografía. Yo tenía 19 años de edad. Desde entonces, pinto íconos, ya hace 38 años.
¿Qué estilos íconográficos te han impresionado o influenciado?
He estudiado toda la tradición bizantina, ya que tenía que escribir mi tesis doctoral sobre la íconografía bizantina. Entendí que la tradición es una y no puede ser dividida en partes. Las tendencias estilísticas de la tradición íconográfica no son sistemas diferentes. Pero, en todos los estilos, los principios y las reglas básicas son las mismas, y, en cada escuela, se puede ver un modo específico de manejar la tradición y las reglas. Personalmente, me encanta toda la tradición y utilizo elementos de todas las escuelas; sobre todo, en mis dibujos, tomo elementos de la Escuela Comnenian de Iconografía y las paletas de los colores de la Escuela Paleologian. En cualquier caso, estoy tratando de crear un estilo personal de presentar la íconografía tradicional.
¿Qué define lo que es un ícono? Por ejemplo, si pinto un Pantocrator con óleo sobre un lienzo, respetando todas las proporciones, ¿es un ícono?
Los materiales y la técnica no definen la autenticidad del ícono. Un ícono, como se dice explícitamente en los Hechos del Séptimo Concilio Ecuménico, se puede pintar en todas partes con todas las técnicas apropiadas. El ícono es un ícono porque lleva la figura, el rostro, la imagen y el nombre de la persona representada. Este es el elemento esencial que define la autenticidad del ícono. Si cambiamos la figura, el ícono ya no es un ícono, sino un retrato imaginario de alguien y, por supuesto, una imagen no puede ser venerada. Así que el problema no es el mantenimiento de las viejas técnicas, sin la preservación de las figuras tradicionales de los íconos.
¿Cuándo empezaste a pintar templos y cuánto tiempo te lleva hacerlo?
Empecé a pintar iglesias hace muchos años. Comencé con pequeñas capillas y, después de algunos años, pasé a iglesias pequeñas. Durante los últimos años, he pintado grandes y, a veces, hasta enormes templos, lo que es realmente difícil y requiere mucha experiencia, habilidad y conocimiento. Se necesita bastante tiempo para pintar una iglesia, pero no tanto como para pintar un ícono portátil.
¿Qué otros trabajos hacés además de los íconográficos?
Aparte de mi trabajo iconográfico, pinto cuadros seculares en los que uso muchos elementos de la tradición bizantina. Pinto gente posmoderna, trato de visualizar los aspectos de la humanidad moderna, la agonía de las personas posmodernas frente al misterio de la vida y la muerte, su lucha para comunicarse y crear relaciones reales. Estos son mis temas. Utilizo diferentes elementos de la tradición bizantina y de los movimientos modernos. Así que tengo mi modo personal de pintar.
¿Qué le aconsejarías a un aprendiz de íconografía?
Que sea paciente y valiente. El arte de la pintura de íconos toma tiempo y requiere mucha energía y, más que esto, exige fe y amor en el corazón. Si alguien no tiene amor o no lucha para llegar a esta realidad, no puede ser un buen pintor de íconos. Hay que vivir en la Iglesia, tener un tipo de experiencia de la vida de la Iglesia si se quiere ser pintor de íconos. Luego él o ella debe encontrar un buen maestro para aprender el arte. Alguien que pueda enseñar el espíritu de la tradición y no solo cómo copiar prototipos antiguos, esto es una buena etapa del proceso de aprendizaje, pero no es el fin del proceso. El estudiante debe aprender a ser creativo en el marco de la tradición.
A fines de enero, estarás brindando un seminario de íconografía en Buenos Aires, ¿qué se va a ver en este seminario?
Durante este breve seminario, voy a tratar de mostrar a los participantes cómo dibujar un ícono siguiendo la tradición bizantina y cómo manejar la técnica de temple al huevo para pintar un buen ícono. Todos vamos a dibujar y pintar un ícono del busto de un santo. Espero que sea una buena experiencia para todos los que quieran asistir.
Más información:
George Kordis: http://giorgoskordis.com/
Seminario de íconografía con George Kordis:
Auspicia: Editorial SAN PABLO
Organiza: Lis Anselmi,
Colabora: Jorgelina Arbonies
Informes:
domingo, 8 de diciembre de 2013
ENCUENTRO INTERRELIGIOSO DE REFLEXIÓN Y ORACIÓN POR LA PAZ
“El
Señor bendice a su pueblo con la paz” (Sal 29, 11)
La Sociedad Bíblica Católica Internacional
(SOBICAIN) y el Equipo de Animación Bíblica de la Diócesis de San Martín
organizan un Encuentro de reflexión y
oración por la paz, cercano a las fiestas de fin de año, tiempo especial
para reforzar nuestro compromiso por la construcción de la paz en la familia y
en la sociedad.
Guiados por la Palabra de Dios, se
compartirá la experiencia de fe y el empeño por la paz desde la tradición
judía, católica y protestante.
En este encuentro participarán como
panelistas: Sr. Marcelo Figueroa (representante evangélico), Liliana Gurevich
(representante judía) y P. Gabriel Rodríguez (representante católico).
La actividad se realizará en el
Auditorio de la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Av. Callao 237 – CABA, el jueves 12 de diciembre a las 19 hrs.
El ingreso es libre y gratuito.
Más información:
sobicain@sanpablo.com.ar
miércoles, 6 de noviembre de 2013
CONVOCATORIA
XIII ENCUENTRO DE ICONOGRAFÍA ARGENTINA
Convocatoria
La XIII Muestra de Iconografía Argentina se realizará del 20 de febrero al 16 de marzo de 2014 en el Museo de Arte Popular José Hernández - Av. del Libertador 2373, CABA.
Los invitamos a traernos sus iconos para selección, del 13 al 22 de noviembre, de 9:30 a 12 y de 14 a 16:30 hs. Los mismos deberán ser entregados en la sede de Editorial San Pablo, Riobamba 230, CABA.
BASES: www.iconografiaargentina.blogspot.com.ar
Coordinador: Walter Rodríguez – Editorial SAN PABLO
Asistente: Lis Anselmi – Cel. (011) 15 -5101-5979 lisanselmi@yahoo.com.ar
viernes, 27 de septiembre de 2013
domingo, 1 de septiembre de 2013
La Eucaristía, oración social, universal y de la unidad
Escribe el beato Alberione: “La santa Misa es la oración de la universalidad y, a la vez, de la unidad; es la oración colectiva y social.
La unidad se forma en Cristo
eucaristía: una fe, una vida, una gracia, un rebaño, un Pastor, un paraíso.
La universalidad: antes de
iniciar el sacrificio eucarístico, se acoge espiritualmente alrededor del altar
a la multitud de hombres y mujeres: “todos los presentes”, y se llama a todo el paraíso: “en comunión
con la Virgen María, san José, todos los santos, apóstoles y mártires…”
La Misa es la inmolación de
Cristo mediador, en quien se unen el cielo y la tierra, y en quien viven todos
los miembros del Cuerpo místico.
Celebrar la Misa con conciencia
social, es transformarla en el más vivo apostolado”. (Beato Santiago Alberione,
Para una conciencia social).
Universalizar la Eucaristía
Esos textos del beato Alberione,
escritos en 1953, y que son de una actualidad perenne, bien merecen una
reflexión que nos ayude a “socializar” la Eucaristía y “hacerla universal” con
las dimensiones universales de tiempo, lugar y con proyección eterna, para
celebrarla y vivirla en unión con el Redentor.
Recuerdo al beato Alberione
celebrando la Misa: impresionaba su actitud de fe, recogimiento y contemplación
con que la celebraba. Para él la Eucaristía sí es un acontecimiento de
salvación universal celebrado en la gran parroquia del mundo. Su corazón y su
mente abarcaban a todos los pueblos en cada Eucaristía, y esa misma amplitud
quería para su apostolado de la comunicación social: llegar a todos los
hombres. Los cristianos que participamos en la Eucaristía, necesitamos vivirla
como un acontecimiento de salvación universal, que Cristo resucitado nos invita
a compartir con él para gloria del Padre.
El Vaticano II afirma: «La
Eucaristía aparece como la fuente y la cumbre de toda evangelización, pues su
fin es la inserción plena en el Cuerpo de Cristo, y en Él con el Padre y con el
Espíritu Santo».
Esta afirmación del Vaticano II
sugiere que la Eucaristía es la obra máxima de evangelización y de apostolado
para la salvación de los hombres y gloria de Dios.
Por lo general las intenciones
que se expresan se refieren a necesidades personales, de los presentes, y a
necesidades más bien de orden material o temporal. Parecería que la catequesis
eucarística está marginada, y por eso el pueblo y muchos sacerdotes no suelen
vibrar al celebrarla, y los niños y jóvenes la abandonan después de la primera
comunión y de la confirmación. Han llegado sólo a percibir el rito, sin haber
experimentado lo que el rito expresa y celebra: Jesús Resucitado, más presente
que nosotros mismos.
El alcance universal y celestial
de la Eucaristía
Las primeras y máximas
intenciones explícitas o implícitas de cada Eucaristía tienen que ser las
mismas de Cristo presente, quien la preside como Celebrante principal: La
gloria del padre y la salvación de los hombres. A esas intenciones del Salvador
se han de sumar todas las demás.
Dice el Vaticano II, en la
Constitución Sacrosanto Concilio, “En la Eucaristía se hacen de nuevo presentes
la victoria y el triunfo de Cristo… Para
realizar una obra tan grande, Cristo está presente en el sacrificio de la Misa…
Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo,
que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala
ninguna otra acción de la Iglesia”. (ns. 6 y 7).
Y refiriéndose a la dimensión
celestial de la Eucaristía, dice: “Mediante la liturgia terrena pregustamos y
tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad
eterna de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde
Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre, como ministro del santuario y
del tabernáculo verdadero; cantamos al Señor un himno de gloria con todo el
ejército celestial” (n. 8).
La Eucaristía, ejercicio del
Sacerdocio de Cristo
Utilizando conceptos de la
Sacrosanto Concilio, se puede formular esta definición: “La liturgia es una
acción sagrada a través de la cual, con un rito, en la Iglesia y mediante la
Iglesia, se ejerce y continúa la obra sacerdotal de Cristo; es decir: la
santificación-salvación de los hombres y la glorificación de Dios”. (Diccionario
de Liturgia, San Pablo. Madrid, 1987).
La Eucaristía no es sacrificio en
el sentido literal de sufrimiento – pues Cristo ya no puede sufrir-, sino en el
sentido de hacer sagrada una acción por la presencia y actuación directa de
Cristo en persona, como sucede en el misterio eucarístico.
Cristo Jesús, mediante la
Eucaristía, comparte y hace actual con la Iglesia, Cuerpo vivo y real de Cristo
y pueblo sacerdotal -del que formamos parte- la obra total de la Redención que
él realizó de modo sacerdotal durante toda su vida.
En la Eucaristía se hace actual y
se perpetúa la obra sacerdotal de Cristo para la liberación y salvación del
mundo; y no sólo constituye un gran mérito para quienes son santificados por
Cristo mediante la celebración eucarística, sino que todo lo que él hizo y hace
se atribuye también a nosotros como realizado por nosotros en unión con él. En
la celebración eucarística, Jesús resucitado comparte con nosotros las promesas
del Padre –la resurrección y la gloria-, y nos constituye en “nación santa,
pueblo elegido, linaje escogido, sacerdocio real”. ¡Admirable misterio para
vivir y agradecer sin fin!
Este portentoso misterio de
salvación a nuestro alcance, dista mucho de las eucaristías reducidas a un
simple rito externo para “cumplir”. ¡Tremenda deformación y responsabilidad!
Compartiendo la obra de la
redención
Ante todo, es necesario estar
convencidos de que la Eucaristía es obra máxima de la Iglesia universal. Por
tanto, no se trata de una acción privada, sino que compartimos la obra
redentora de Cristo y su sacerdocio en fuerza del sacerdocio bautismal y
ministerial, como pueblo sacerdotal y miembros de su Cuerpo místico. No es obra
privada de un grupo o de un pueblo, sino de un acontecimiento eclesial de
salvación universal y cósmica.
La encíclica Sacrosanto Concilio
inculca que “los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y
mudos espectadores, sino que, a través de los ritos y oraciones, participen
consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada… Aprendan a ofrecerse a
sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada, no sólo por las manos del sacerdote,
sino en unión con él”. (SC n. 489).
“Al participar del sacrificio
eucarís-tico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, los fieles ofrecen a
Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella” (LG n.11).
Sólo así se alcanza la eficacia salvadora de la Eucaristía.
Ofrecerse en la Misa en unión con
Cristo es la forma más excelsa de compartir eficazmente su misión redentora a
favor de uno mismo, de quienes Dios nos ha encomendado como parcela de
salvación, y del mundo entero. Y es a la vez la forma necesaria para superar el
ritualismo vacío y el cumplimiento engañoso.
La Eucaristía, la obra máxima de
evangelización
Juan Pablo II, en la Encíclica
Ecclesia de Eucaristía, parafraseando la cita de la Lumen Gentium, escribe: “La
Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la
evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo
y, en él, con el Padre y con el Espíritu Santo”.
La unión máxima con Cristo se
realiza en la Eucaristía, empezando con la ofrenda de sí mismo en unión con él,
y terminando por la comunión eucarística, acerca de la cual el mismo Jesús
afirma: “Quien me come vivirá por mí”; “Quien come mi carne y bebe mi sangre, vive
en mí y yo en el”.
La esencia del apostolado (la
misión, la evangelización) no es lo que el hombre hace, sino lo que hacen
Cristo y su Espíritu a través de lo que vive y hace el hombre, como Jesús mismo
asegura: “Quien está unido a mí, produce mucho fruto; pero sin mí, no pueden
hacer nada”. El fundamento y desarrollo de toda misión es la unión con Cristo,
y el objetivo es unir a los hombres con Dios en Cristo, para que alcancen la
salvación eterna…
El cristiano que comparte y vive
la Eucaristía ofreciéndose a sí mismo en unión vital con Cristo, es un
auténtico misionero, pues con Él y en Él alcanza a toda la humanidad, al
ofrecer Jesús su “cuerpo y su sangre por los presentes y por todos los
hombres”.
El Vaticano II ha cambiado el eje
de referencia del hacer al ser, de las obras a las personas, lo cual no va en
perjuicio del hacer, de la misión, sino que le da mayor impulso, profundidad,
amplitud y eficacia salvífica. Se parte del “ser en Cristo” para “producir
fruto abundante” en unión con Cristo, mediante las obras de apostolado o
evangelización. “Es necesario partir siempre de Cristo” (Aparecida).
El apóstol, misionero o
evangelizador (y lo es todo cristiano auténtico), sólo de Cristo Eucaristía
recibe la fuerza salvífica para su vida y sus obras, para sus cruces y
alegrías.
Sacrificio eucarístico y
holocausto humano
Si bien es cierto que en la
Eucaristía Cristo no sufre de nuevo la pasión cruenta, sí podemos y debemos
ofrecer al Padre en cada Misa, junto con Cristo, el inmenso y perenne
holocausto de una gran mayoría de la humanidad, de los hijos de Dios y hermanos
nuestros en todo el orbe.
Ante las grandes calamidades que
sufren nuestros hermanos en todo el mundo, nos sentimos humanamente impotentes
o simplemente miramos a otra parte. Pero con la Eucaristía podemos lograr cada
día que Dios haga lo que nadie más puede hacer: convertir ese holocausto en
causa de salvación para la humanidad, asociado a la Cruz de Cristo.
A la Eucaristía tenemos que
llevar y ofrecer al Padre, junto con Víctima divina, a los millones de víctimas
inocentes que son sacrificadas injustamente cada día en el vientre de sus
madres; a los millones de inocentes inmolados por el hambre, la enfermedad, el
abandono, las guerras, la violencia, la violación, la explotación. Ofrecemos sus
tiernos cuerpecitos con el Cuerpo de Cristo, y mezclamos su sangre inocente con
la de Cristo Inocente, “administrándoles” así el bautismo de sangre, pues en
ellos ser repite la masacre de los Santos Inocentes, martirizados por Cristo
sin ser conscientes de ello, pero realmente bautizados en su sangre. Así el
Padre acogerá en su casa eterna también a los nuevos santos mártires inocentes.
Pero sigue otra letanía
interminable de hermanos nuestros de todas clases, condiciones, religiones,
naciones, edades…, que sufren martirios indecibles, muchas veces sin que nadie
se entere. En ellos se cumple la palabra de Jesús a las mujeres que lloraban
por él: “Lloren más bien por ustedes y por sus hijos, pues si con el leño verde
hacen esto, ¿qué no harán con el seco?” A todos ellos también los tenemos que
llevar a la Eucaristía, para que el Señor transforme sus cruces, asociadas a la
de Cristo, en fuentes de salvación.
Todos esos hijos de Dios y
hermanos nuestros constituyen nuestra parcela de salvación que Dios nos asigna
en la Iglesia. Así es como nos hacemos padres y madres de multitudes
regeneradas por Cristo, mediante nosotros, para la vida de la gracia y la vida
eterna.
La Misa-misión empieza por casa
Pero la Eucaristía – la máxima
obra de apostolado- que se empieza y se realiza en el tempo, tiene que
continuarse como misión ante todo en la familia, en el trabajo, entre las
amistades, conocidos, en el vecindario, en la parroquia… Pretender realizar la
misión hacia fuera, sin empezar por casa, por el prójimo cercano, es una
ilusión fatal.
En los ambientes en que nos
movemos hay sin duda cristianos de solo nombre, cuya vida es un escándalo; hay
ateos, hay prepotentes, explotadores, escandalosos, corruptos…; hay enfermos y
familias destrozadas, en especial niños que sufren sin culpa… A todos ellos
hemos de llevarlos a la Eucaristía, para que la misericordia omnipotente de
Dios les conceda la salvación. Todos ellos pertenecen también a nuestra parcela
de salvación. No sólo tenemos que orar por los difuntos, sino también por los
vivos.
Eucaristía significa “acción de
gracias”
No nos basta toda la vida ni toda
la eternidad para agradecer a Dios, como conviene, todos sus inmensos
beneficios, evidencias de su amor infinito: la vida y todo lo que constituye
nuestra persona; la salud, la gracia, la Eucaristía, la Biblia, la Iglesia, los
sacramentos, la fe, la redención, la naturaleza, la técnica, la familia, el
universo…, todo lo que somos, tenemos, gozamos y amamos, y el paraíso eterno
que esperamos.
Pero Cristo Eucaristía sí se hace
nuestra plena “acción de gracias” al Padre por todo lo que somos, amamos,
tenemos, gozamos, esperamos, y por el sufrimiento convertido en felicidad y
gloria eterna. Pero la máxima gracia que el Padre nos dio es su propio Hijo,
nuestro Maestro, Pastor, Camino, Verdad y Vida, nuestro Salvador y nuestra
felicísima herencia eterna.
María y la Eucaristía
María, con su “sí”, acogió al
Salvador en su seno y en toda su persona, pero no para quedarse con él, sino
para entregarlo al Padre por la redención de la humanidad. María acogió a Jesús
en el establo de Belén y lo presentó a los pastores, a los reyes magos, a los
ángeles, y a la humanidad. María ofreció a su Hijo en el Calvario por nuestra
salvación, y allí nos recibió a cada uno de nosotros como hijos suyos por
indicación de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y en cada Eucaristía ella
vuelve a ofrecer a Jesús por la salvación de la humanidad, de cada uno de
nosotros, con amor infinito.
María es el modelo supremo de
vida cristiana, vida de unión con Cristo y de amor salvífico hacia el prójimo:
acoger a Cristo para darlo a los otros. Si de verdad acogemos a Jesús en la
Eucaristía y en la comunión, si se realiza en nosotros su palabra: “Quien me
come, vivirá por mí”, lo daremos a los demás, aunque no nos demos cuenta, pues
“quien está unido a mí, produce mucho fruto”.
P. Jesús Álvarez, ssp
miércoles, 21 de agosto de 2013
99 AÑOS DE NACIMIENTO CON ÁNIMO RENOVADO
La Familia
Paulina tiene sed de unión. Los hijos y las hijas del P. Alberione llevan
anidado en su ser el anhelo de hacer realidad del proyecto del Fundador, ser un
organismo de fines apostólico convergentes, unidos con vínculos más fuertes que
los lazos de la sangre. Esto se hace realidad en momentos precisos, como los
encuentros para celebrar el trienio de animación en vistas del centenario de la
fundación propuesto por los Gobiernos generales.
El próximo
martes 20 será la fecha para celebrar los 99 años de la fundación de la
Sociedad de San Pablo, primer instituto de la Familia Paulina en nacer. Y es la
segunda fecha del año donde la Familia reúne para preparar el centenario. Como
esta fecha cae en día de semana, en Argentina se aprovechó el domingo 19,
dentro del feriado largo nacional, para organizar la fecha de celebración. Esta
vez, haciéndola coincidir con el Encuentro zonal del Instituto Paulino de vida
secular consagrada “Santa Familia”.
Un primer
momento, programado por la Comisión Organizadora del Centenario de la Fundación,
fue iniciar la tarde reuniéndose por grupos para conversar con los miembros de
Santa Familia, Anunciatinas y Gabrielinos. Se dieron cálidos y espontáneos
diálogos, que en un sentir general fue de reconocer que no se conocía bien la
vocación, misión y apostolado que realizan especialmente los matrimonios en los
diferentes ambientes donde están presentes.
Con entusiasmo se
pasó, en un segundo momento de la jornada de encuentro, a la celebración de la
Eucaristía. Los Cooperadores paulinos, “Amigos de Jesús Buen Pastor”, animaron
la misa con la música y el canto. El Superior provincial comentó en la homilía el
testimonio que da san Pablo a los corintios, haciéndose todo a todos (cf. 1Co
9, 19-21). Asimismo, animó a hacer realizar la propuesta de los Gobiernos
generales de organizar la oración vocacional los 20 de cada mes, desde agosto
hasta noviembre del año 2014. Como siempre, el canto al Fundador que cerró la
misa: “¡Alberione! ¡Alberione! ¡Alberione!”, inflamó de entusiasmo y alegría a
sus hijos e hijas.
El día se cerró
con un ágape fraterno. Durante este espacio, las Hijas de San Pablo y las
Pastorcitas dieron testimonio de cómo fueron los inicios en Argentina. Así se
concluyó el encuentro para preparar el centenario del nacimiento de la Sociedad
de San Pablo y con ella la admirable Familia Paulina, hermanos y hermanas
llamados a ser san Pablo vivo hoy.
Testigos Paulinos
Venerable,
Canónigo Francisco Chiesa
Nació en Montá de Alba (Cuneo), norte de
Italia) el 2 de abril, Jueves Santo, de 1874, y fue bautizado el Sábado Santo,
con los nombres de Francisco y Pascual.
Hijo de humildes padres campesinos, entró
adolescente en el seminario diocesano de Alba. Fue ordenado sacerdote a los 22
años, con especial dispensa de edad. Consiguió láurea de filosofía en Roma, de
teología en Génova, de Derecho eclesiástico y civil en Turín.
Sobresalió en la enseñanza que ejerció por
más de cincuenta años en el seminario y en la Sociedad de San Pablo. Con la
ciencia infundió el espíritu y las virtudes sacerdotales en los jóvenes
clérigos y en los sacerdotes.
Se sirvió del apostolado de la palabra
escrita para hacerse todo a todos, y sus obras se imprimieron y reimprimieron
incluso fuera de Italia, haciendo un bien inmenso.
Durante 33 años fue párroco en San Damián,
de Alba, y canónigo de la catedral. Su parroquia fue la mejor de la ciudad y de
la Diócesis, tanto por la vida cristiana como por la organización pastoral y
catequística. Una verdadera parroquia piloto, modelo.
Antes de que la figura del Director
espiritual fuera oficialmente instituida para los seminarios por san Pío X,
Francisco Chiesa ejerció ya esa función con los seminaristas de Alba. Fue el
guía de la mayor parte de los sacerdotes de su diócesis y, a partir del 1900,
director espiritual de un apóstol de los nuevos tiempos, el P. Santiago
Alberione, y a la vez padrino de la Familia Paulina.
Es uno de los precursores del apostolado
de los laicos, a los que integró en una vasta acción pastoral y misionera, no
sólo apoyando a la Acción Católica y el Apostolado de la Oración, sino también
creando nuevos grupos: la Unión de los Padres de Familia y el Grupo de
Catequistas.
Amante de la cultura en el sentido más
amplio de la palabra, cultivó también el estudio de otras disciplinas
complementarias, como la literatura, la astronomía, la geología, la matemática,
las ciencias naturales, la historia y la teoría de la música, a las cuales se
refería con frecuencia para ilustrar las verdades reveladas o hacerlas más
atrayentes.
En el seminario enseñó filosofía,
teología, derecho, liturgia y patrística. Y al mismo tiempo, desde el 1920,
enseñaba en el aspirantado de la Sociedad de San Pablo, donde introdujo, por
sugerencia del padre Alberione, un nuevo método llamado más tarde
“interdisciplinar”.
El canónigo Chiesa estaba convencido del
carácter sagrado de todo descubrimiento, de todo progreso tecnológico y humano
destinado a la promoción del hombre y al anuncio del Evangelio. Por eso, no se
contentó con las formas tradicionales de la predicación oral, sino que amplió
su ministerio sirviéndose de la escritura y de las nuevas formas de
comunicación.
No
sólo comprendió y guió la vocación de su alumno Santiago Alberione, diez años
exactos más joven que el canónigo, sino que contribuyó eficazmente a su misión:
dio un decisivo aporte a la fundación y consolidación de la Familia Paulina, a
la que consideró querida por Dios “en Cristo y en la Iglesia” para anunciar el
Evan-gelio a las masas a través de los medios de comunicación social.
Pero lo que más impresiona en el canónigo
Chiesa es el compromiso serio y austero de la propia santificación, que no se
quedó en un hecho individual, sino que desencadenó una benéfica irradiación
sobre el clero de la diócesis, sobre los personajes claves de la iglesia
piamontesa, y en especial sobre las primeras generaciones de paulinos.
De hecho, son hijos espirituales del
canónigo Chiesa el mismo Santiago Alberione, Timoteo Giaccardo y sor Tecla
Merlo, testigos de un modo nuevo de vivir la santidad cristiana, religiosa y
apostólica (vivida como la vivió san Pablo: “Para mí la vida es Cristo”; “No
soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”).
Antes de que en la Iglesia surgieran los
institutos seculares de vida consagrada, el venerable Francisco Chiesa quiso
enriquecer su propia consagración presbiteral con la profesión de los consejos
evangélicos.
Pero, además, quiso compartir el ansia
apostólica y “paulina” de su amigo discípulo Santiago Alberione, ansia que él
mismo había educado y apoyado como director espiritual y consejero, y tan
generoso colaborador que pudo declarar en el lecho de muerte: “Estoy contento
de haber sido siempre paulino, y no me he arrepentido nunca”.
Con justo título el canónico Chiesa es
considerado el primer miembro del Instituto paulino de vida secular consagrada
“Jesús Sacerdote”, que el P. Alberione fundó en los albores del Vaticano II,
dando así forma y estructura canónica a un estilo de vida sacer-dotal diocesana
que había admirado desde joven en su grande amigo y maestro.
A su muerte, acaecida el 14 de junio de
1946, Mons. Luis Grassi, -entonces obispo de Alba-, en el funeral hizo su
retrato en pocas palabras: “El mejor de los hijos de la diócesis; cristiano
perfecto, sacerdote perfecto, párroco perfecto. No fue sólo un gran ingenio,
sino también un gran corazón”.
En conclusión, el venerable Francisco
Chiesa no fue sólo un santo sacerdote, sino además, guiado por el Espíritu
Santo, fue maestro de santidad y de amor pastoral. Rico en sensibilidad
moderna, en doctrina, en gracia y laboriosidad, resulta un modelo de viva
actualidad para los sacerdotes y pastores.
La alta estima que él tuvo de la dignidad
sacerdotal, hizo de él una perla del sacerdocio ministerial católico. Él honra
al clero comprometido en continuar y perpetuar en los siglos la misión
salvífica de Cristo Divino Maestro, Camino, Verdad y Vida.
Pasaba a recibir el premio eterno el 14 de
junio de 1946, en la ciudad de Alba.
Fue declarado Venerable el 11 de diciembre
de 1987.
Del libro RICORDATI,
SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp
jueves, 8 de agosto de 2013
viernes, 26 de julio de 2013
Testigos Paulinos
Beato Timoteo Giaccardo
Primer sacerdote
paulino (Segunda Parte)
El padre Giaccardo tuvo
plena conciencia de esta su segunda misión. Escribía en su diario: “Me parece
ver claro que se define cada vez más este segundo ministerio: conservar,
interpretar, hacer penetrar y fluir el espíritu y las directrices del Primer
Maestro; y yo acepto con espíritu de humildad este ministerio, con ánimo dócil,
afectuoso, sincero”.
El P. Alberione confirmó: “Yo no tengo a
ningún otro que comparta tan acertadamente mis sentimientos y mi ánimo; ninguno
que tenga cuidado de ustedes con más sincera dedicación”.
Pero tenemos otro testimonio de interés
capital, manifestado por el mismo Fundador después de la muerte del padre Giaccardo:
“Desde el 1909 y el 1914, cuando la divina
Providencia preparaba la Familia Paulina ,
él tuvo una clara intuición, aun sin comprenderla del todo. Las luces que
recibía de la Eucaristía…, su ferviente devoción mariana, la meditación de los
documentos pontificios, le daban luz sobre todas las necesidades de la Iglesia y sobre los
modernos medios para hacer el bien.
“Entró en 1917 (todavía clérigo) como
maestro de los primeros aspirantes… y se quedó para siempre con el nombre de
“Señor Maestro”: amado, escuchado, seguido, venerado dentro y fuera. Fue el
maestro que a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo, que
aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración iluminada y ferviente…
Se puede decir que escribió en cada conciencia y se volcó a sí mismo en cada
corazón de Sacerdotes, Discípulos, Hijas de San Pablo, Pías Discípulas,
Pastorcitas; y de cuantos lo trataron en relaciones espirituales, sociales,
económicas…
“Desde el día en que lo conocí y le señalé
el Sagrario como luz, fortaleza, salvación, su vida fue una continua y
cotidiana ascensión… Él prefería decir con san Pablo: “Hasta la plenitud de la
edad de Cristo”.
“Era maestro de oración. ¡Sabía hablar con
Dios! Vivía de piedad eucarística, de piedad mariana, de piedad litúrgica; de
amor a la Iglesia y al Papa…
Fue maestro de apostolado. Lo sentía, lo
amaba, lo desarrollaba… Era un dispensador de energía, un sostén para los
débiles, luz y sal en el sentido evangélico.
El Primer Maestro le debe una inmensa
gratitud, y con él todos, pues todos se veían amados por él… Yo me fiaba de él
más que de mí mismo; y estoy contento por habérselo demostrado…”.
Como confirmación de este testimonio del
beato Alberione (Primer Maestro), reportamos algunas expresiones textuales del
mismo beato Giaccardo sobre el sentido de la misión paulina:
“El Divino Maestro debe reinar sobre todo,
debe ser dado “todo” a todos… mediante el Apostolado de las Ediciones. El
Apostolado de las Ediciones debe iluminar todos los apostolados, sostenerlos,
vivificarlos, abarcarlos, ejercerlos con sus apóstoles. Y éstos deben ser la
gloria de Cristo, Divino Maestro”.
“En servicio de Cristo Eucaristía, se
busca y se elige lo mejor… Así, al servicio de Cristo hecho “Palabra”, debemos
reservarle cuanto de mejor producen los hombres: el nuestro es un verdadero
Ministerio sagrado”.
El beato Giaccardo, después del Fundador,
fue el primer sacerdote que escribió y publicó un libro, en 1928, con el título
“María Reina de los Apóstoles”, que es la Patrona de la Familia Paulina.
En 1936 regresó de Roma a Alba como
superior de la Casa Madre.
Colaborador fidelísimo del P. Alberione, se prodigó sin descanso por las
Congregaciones Paulinas que iban naciendo, y que él llevó en sus brazos,
conduciéndolas a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados
modernos.
Ya en edad madura, ofreció su vida por la
continuidad de su propia Congregación y para que fuera reconocida en la Iglesia la nueva
Congregación paulina de las Pías Discípulas del Divino Maestro. Y el Señor
aceptó su ofrenda.
Pasó a la Casa del Padre el 24 de enero de 1948, víspera de
la fiesta de la Conversión
de San Pablo. Sus restos mortales yacen en la cripta del Santuario de la Reina de los Apóstoles, Roma
(los del beato Santiago Alberione, en la subcripta). Santuario que mandó
construir el Fundador en el mismo solar donde el beato Giaccardo había fundado
la primera casa paulina fuera de Alba.
Fue beatificado el 22 de octubre de 1989.
Del
libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp
miércoles, 17 de julio de 2013
TESTIGOS PAULINOS
Beato Timoteo Giaccardo
Primer sacerdote paulino (Primera
Parte)
Nació en Narzole (Cuneo-Italia) el 13 de junio de 1896. Fue bautizado el
mismo día, con los nombres de José y Domingo.
Jovencito aún, se encontró con el P.
Santiago Alberione, quien lo encaminó hacia el seminario diocesano de Alba.
La amistad con el P. Alberione lo hizo sensible a las nuevas necesidades
de los tiempos y se abrió a los nuevos medios pastorales de evangelización. A
los 21 años, pasó del seminario diocesano a la naciente Sociedad de San Pablo,
siendo encargado por el P. Alberione como maestro de los primeros aspirantes a
paulinos. Le decían el Señor Maestro.
Las condiciones históricas eran tales que parecía irrealizable se
concediera el sacerdocio ministerial a los jóvenes del P. Alberione. La mayoría
del clero diocesano veía posible que fueran ordenados los primeros paulinos,
llamados por broma “los curas del mono y
de la campera”. El P. Alberione, firme en su fe y confianza, espera en silencio
y en oración que Dios hiciera resonar la hora de la aprobación canónica de la Congregación y de la
ordenación sacerdotal para sus jóvenes, llamados al ministerio de la
predicación mediante la palabra escrita. Y así, ante la sorpresa y el estupor
de todos, pudo ver a su clérigo Giaccardo ordenado sacerdote, en 1919, por su
mismo obispo, quien anteriormente le había pedido la renuncia al hábito y al
sacerdocio si quería ser paulino. Y además, su ordenación se adelantó a la edad
canónica-mente requerida, mediante la oportuna dispensa, debido también a una
imprevista circunstancia: para que su madre, enferma de gravedad, lo viera
ordenado sacerdote antes de morir.
Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario General de la Sociedad de San Pablo.
Su vida es un ejemplo actual de cómo se puede conciliar una equilibrada
madurez con la más intensa actividad apostólica. Con la ordenación de Giaccardo
la Familia Paulina se injertaba en la Iglesia mediante el sacerdocio
apostólico, en sintonía con el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y
hagan discípulos míos en todas las naciones”.
La ordenación sacerdotal del P. Giaccardo marcó una fecha histórica para
la Familia Paulina
por otra razón: él era el primer sacerdote paulino ordenado expresamente para
un ministerio nuevo en la Iglesia. Así
la predicación realizada con los medios de comunicación social quedaba
implícitamente considerada como verdadera evangelización.
Lo que el Concilio Vaticano II sancionaría medio siglo más tarde en el
decreto “Inter mirifica”, era ya anunciado en la ordenación sacerdotal del P.
Giaccardo.
El padre Santiago Alberione vio en este hecho una clara respuesta de
Dios a su fe en la propia vocación y misión. Comprendió que sería la vocación y
misión de una gran Familia fundada sobre el sacerdocio de Cristo, en la línea
del Magisterio de la Iglesia
y del ministerio apostólico; Familia heredera de la gracia y del apostolado de
san Pablo; enviada para anunciar el Evangelio de Cristo a todos los hombres a
través de los nuevos medios de comunicación social.
Por otra parte, el P. Giaccardo representa el anillo de enganche entre
el Fundador y las nuevas comunidades nacidas de la comunidad madre de Alba: él
fue el primero que guió la migración de los dos grupos: masculino y femenino,
que dieron origen a las comunidades romanas. En enero de 1926, teniendo en
cuenta su gran amor al Papa, el Fundador lo envió a Roma para abrir y poner en
marcha la primera casa filial de la Congregación.
El beato Giaccardo escribió más tarde en su diario: “Yo, en la Congregación , no tuve
la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de educar, plantar, integrar
nuestra Sociedad de San Pablo en la
Iglesia de Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre la
apostolicidad de san Pablo; y he comprobado la paciencia de Dios en asistirme
para llevar a cabo este ministerio”.
Podemos afirmar así que, mediante el P. Giaccardo, la Familia Paulina se enraíza,
incluso visiblemente y localmente, en la herencia de los apóstoles,
representada por la sede de Roma.
Como el beato Santiago Alberione fue el “padre” que, en la luz de su
misión especial, dio vida a las varias ramas de la Familia Paulina , el beato
Timoteo Giaccardo, su primer hijo espiritual, transmitió y profundizó la
herencia alberoniana. Sin reflejar nunca el cansancio ni calcular la fatiga,
sin concederse un día de vacaciones, compartió durante treinta años con el
padre Alberione la solicitud por cada una de las Congregaciones paulinas, en
sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como “llevándolas en brazos”.
Del
libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI,
del P. Stefano Lamera, ssp
domingo, 14 de julio de 2013
¡Un siglo, no es nada!
Ya estamos a las puertas de un
siglo de aquel día del año 1914 en que
la Familia Paulina, veía la luz del mundo, desde la ciudad piamontesa de Alba, (Italia). Zona, de fuerte característica rural, rostros
con surcos marcados por el sol y el frío, manos fuertes para mantener a los
numerosos niños que coronaba a los matrimonios del lugar. Sí, allí nacía una
nueva familia religiosa, de la mano de un curita enfermizo, pero de mirada
penetrante y horizontes amplios, el beato P. Santiago Alberione, este gran profeta
que por allá en 1900 ya veía el horizonte de los nuevos areópagos, los Medios
de la Comunicación Social. No tengo dudas que
la gran Familia Paulina nace de las manos del Dios rico de amor, como el
agua de las cataratas que brota a raudales saltando de aquí o allá, eso es lo
que siento al mirar el camino de las Paulinas, Paulinos, Discípulas,
Pastorcitas, Apostolinas. ¡Cuánto ese
árbol ha extendido sus ramas plantado en varias países de todos los
continentes! ¡También los numerosos
Institutos Agregados, como las Anunciatinas, Gabrielinos, Santa Familia,
Jesús Sacerdote y los/las Cooperadores/Cooperadoras! ¡Qué bello ver ante Jesús
Eucaristía, Camino, Verdad y Vida, estos diez ramilletes de vocaciones en la
Iglesia, mujeres y varones, llamados, a
la Evangelización con los Medios de la Comunicación Social! Las primeras Religiosas y Religiosos, parafraseando al profeta Samuel,
apenas casi dejan de ser amamantados, ya están sirviendo al Señor. Así fueron
nuestros inicios, niñas y niños de 10, 11, 12 ó 15 años felices desgranaban el
Rosario haciendo parte de la “Escuela Tipográfica Pequeño Obrero” o del “Taller
Femenino”. Jóvenes con tan solo su valija y el pasaje de ida en mano, cruzaban los mares, y fronteras con
la fuerza de la fe y el ansia apostólica paulina les hacía sentir como suya la experiencia de Pablo: “¡Ay de
mí, si no evangelizo!”
Cien Años, Tiempo de Gracias…
Levantando mi mirada hago memoria
en el contexto eclesial, que estamos
viviendo el año dedicado a la fe, el Sínodo sobre la nueva evangelización que
ciertamente nos invita a fortalecer el Sínodo sobre la Palabra, tan importante
para el apostolado paulino. Todos estos acontecimientos, nos invitan a una auténtica y renovada conversión
al Señor, para extraer el agua desde
nuestro propio pozo. Un año de gracias porque estamos caminado por el trienio
de preparación al centenario de la Familia Paulina en 2014 y agradecer y
celebrar el quincuagésimo aniversario de la muerte de Hermana Tecla Merlo, esta
mujer que puso mucho abono en el inicio del gran árbol de la Familia Paulina.
Tiempo de gracias, porque también
estamos caminando hacia el centenario de las Hijas de San Pablo, año 2015, en
este acontecimiento somos invitadas a celebrar, confesar y agradecer la fe en
Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida,
por tantas riquezas recibidas en todos estos años por cada paulina.
Este centenario también nos
encuentra celebrando nuestro 10º Capítulo General de las Hijas de San Pablo en
Roma Italia, con el lema: “Creemos por eso hablamos”. Y el momento histórico que hemos vivido los cristianos y no cristianos del
mundo entero, con la renuncia del papa Benedicto XVI. Ciertamente es un momento
muy especial y desafiante para la Iglesia y donde nosotras Paulinas y Paulinos,
también tenemos un desafío de estar
atentos a los signos y acontecimientos de este momento.
Un tiempo de gracias con la
llegada del papa Francisco, un huracán de novedad y signos que evangelizan por
sí mismos. Día a día este profeta de este tiempo que sorprende a cada cristiano
y no cristiano con alegría y esperanza, hasta el llanto. Como obispo de Roma,
anima, renueva y evangeliza al mundo entero. A nosotros Familia Paulina, nos
invita a “salir a la calle”. Estas palabras del papa Francisco, me resuenan en
el corazón y me trae a la memoria las palabras de nuestro fundador el beato P.
Santiago Alberione: “Si la gente ya no viene a la Iglesia, la Iglesia debe ir a
la gente”. Por eso estos cien años, es
un tiempo de gracias, por eso me atrevo
a decir es nuestro tiempo, tiempo de centrar nuestra mirada en Cristo Maestro,
Camino, Verdad y Vida, de relanzar la semilla de la vocación y misión paulina,
de evangelizar con los Medios de la Comunicación Social.
Camino de fe
Siento que más que un punto de llegada, nuestro
centenario, es un punto de partida. Es un momento donde somos invitadas a
una escucha y discernimiento, porque las
Hijas de San Pablo en este contexto del centenario tenemos que hacer posible el
sueño de nuestro fundador: ser comunicadoras del Evangelio en la realidad de
hoy. Para esto necesitamos una
mentalidad de cambio y junto a eso una adecuada preparación. Para mí, nuestra
mirada debe estar en una formación integral. Lanzadas a la misión. Caminar y
acompañar a los jóvenes acogiéndolos desde su realidad y nosotras integrándonos
en ella. Desarrollar una cultura de
Pastoral Vocacional integrada a las varias pastorales. También es muy
importante el valor del trabajo del laico, como parte de nuestra misión,
potenciando cada día más, su aporte como colaborador de Paulinas para el Evangelio.
Necesitamos crecer siempre, para
eso: mejor organización .Estoy convencida que nuestra congregación es una obra
de Dios; que la Familia Paulina es una obra de Dios. Por eso con nuestro lema
para el próximo Capítulo General: “Creemos y por eso hablamos” queremos decir que en el anuncio, somos
llamadas a coparticipar de la fe y de la vida, a ejemplo del apóstol Pablo, el
gran apóstol de la gente.
También sabemos cuán frágiles
somos: “tesoro en vaso de arcilla”. Y a la vez constatamos la riqueza que hay
en cada uno, por eso, este centenario nos encuentra llenos de esperanza.
Esperanza en el horizonte actual que nos
proyecta como Iglesia, como vida consagrada, en la comunicación y en la misión
con nuevos desafíos. Por eso, ante las palabras de Jesús: “la mies es mucha
pero los operarios son pocos, pidan al Padre que envíe más obreros a su mies”,
confiando en su palabra, pedimos por las vocaciones paulinas, que el Señor está
llamando, aquí, en Paraguay donde la vida consagrada, plena de fe, vive una
rica cercanía y unidad con el pueblo.
Hna. Virginia Élida Romero hsp
Hna. Virginia Élida Romero. Religiosa consagrada de la Congregación Hijas
de San Pablo. Actualmente desempeña el cargo de superiora de la comunidad en
Paraguay y es miembro de la CONFERPAR, Conferencia de Religiosas de Paraguay,
desempeñándose como responsable de la Pastoral Vocacional y la Comunicación.
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