Ilustración: Las Melli
martes, 28 de mayo de 2013
domingo, 26 de mayo de 2013
miércoles, 22 de mayo de 2013
Santiago Alberione y sus aportes a la evangelización mediática
El beato Santiago Alberione (1884─1971) es el gran apóstol de la comunicación social en nuestros
tiempos. Él ha fundado la Familia paulina ─“que
nació de la Eucaristía y vive de la ella”─, formada por diez ramas, cuyo carisma se condensa en el lema “Vivir
en Cristo y comunicarlo a los hombres”, en la cultura de la comunicación
social.
Alberione declara, con fuerza, que el fundamento o la clave
de la eficacia salvífica de la evangelización, en la cultura de la comunicación
social, ─como de cualquier otra
forma de evangelización─, es vivir en Cristo,
condición esencial para poder darlo a la humanidad. Jesús lo afirmó, con toda
claridad: “Quien permanece en mí y yo en él, produce mucho fruto” (Jn 15,
5).
El objetivo de toda la evangelización, la predicación y la
catequesis es compartir, con Cristo, su misión salvadora a favor de la
humanidad: “Salvar a los hombres para gloria del Padre”. Jesús resalta la
importancia suprema de la salvación: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el
mundo, si al final se pierde a sí mismo?” (Mt 16, 26). No se trata solo de
liberar al hombre a nivel humano, sino de salvarlo; o sea, guiarlo a su destino
supremo y eterno.
Jesús llamó a sus discípulos ─también los llama hoy─,
para que estén con Él, vivan con Él, unidos a Él; y los envía para evangelizar
y humanizar en su nombre. La presencia salvadora de Cristo está asegurada por
su palabra que no pasa: “No teman: Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo” (Mt 28,20). Pero es necesario estar con Él para poder realizar su misión
salvadora.
Una obra o actividad apostólica es la que tiene fuerza de
salvación; que no consiste en lo que el discípulo hace y dice, sino lo que
Jesús hace y dice mediante lo que vive, dice y hace el discípulo. “Sin mí no
pueden hacer nada” (Jn 15, 5). “No serán ustedes los que hablen, sino el
Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes” (Mt 10, 20). “Apóstol es quien
lleva a Cristo en su propia persona”, dice nuestro Beato.
P. Jesús Álvarez, ssp
domingo, 19 de mayo de 2013
El Hilo de Cristal en El Café del P. Hernán
En el Café
del P. Hernán de mayo, realizado como siempre en el Auditorio Alberione de
Editorial San Pablo, compartimos poesías, música, y además disfrutamos
de la presentación del nuevo libro de Néstor F. Barbarito, “El Hilo de Cristal”.
Aquí algunas fotos.
Portada del libro
Auditorio Alberione
Néstor Barbarito y el diácono Ramón Delgado
Ramón, Néstor y Luisita
El autor firmando ejemplares
miércoles, 15 de mayo de 2013
"Ecos de Alberione" - 26
SEGUNDO
MISTERIO GLORIOSO
La Iglesia nos
recuerda que Jesús, una vez cumplida su misión, en este mundo,
debía gozar eternamente, primero por medio de su Resurrección y
después en su gloriosa Ascensión.
Alberione
quiso darle un sentido concreto a este gran misterio, sobre todo, con
relación a “dar gloria al Padre”. Pudo sintetizarlo en dos
principios: Jesús, en su petición al Padre de ser glorificado,
aduce la razón: él ha glorificado al Padre; además, envió a los
apóstoles para que vayan y lo anuncien dando gloria al Padre. Sin
duda que nuestro Beato vio esta tarea del “anuncio del evangelio”
como un verdadero ministerio.
Jesús
recibió la misión recibida del Padre: enseñó a los hombres la
doctrina celeste; reveló a los hombres una moral más perfecta y
apuntó hacia una más alta. Se hizo para ellos Maestro y anunció en
toda la tierra su doctrina… y sucesivamente encargó a los
apóstoles que la predicaran en todas partes
(RSP, p. 148).
Para
quienes creemos en la Resurrección de Jesús y la nuestra, quizá,
no hemos reparado en que el sacrificio de Cristo fue el poder
salvarnos y darnos la posibilidad de ser nuevas creaturas. Alberione
entendió que la “salvación” fue en rescate por los pecados del
hombre o por los que viven como si Dios no existiera. Tal vez, en la
actualidad, aún no se ha comprendido lo que significa recorrer un
camino de santidad o de salvación, como lo asumió nuestro Beato.
Jesucristo,
para salvar a las almas, vino del cielo y, como buen pastor, fue a
buscar a la oveja perdida. Este mundo apremiado por sus pasiones,
sigue caminos torcidos… Demasiado se piensa en la tierra, y poco en
el cielo. Hombres fríos que no cuidan ni su propia alma, ¿cómo
podrán transformarse en apóstoles?
(RSP, p. 149).
La
Iglesia necesita de hombres entusiastas, positivos y fervorosos para
cumplir el mandamiento del amor. La familia Paulina también aspira a
cumplir este propósito: la santidad de vida y un apostolado fecundo,
cuya prioridad fundamental es la predicación de Cristo. Sabemos que
la santidad, para muchos, no es un tema muy recurrente; no obstante,
en nuestra condición de hijos de Dios, nos basta saber lo que
Alberione asintió y plasmó con su vida: Si
no nos amamos con un amor sobrenatural, no podremos amar como Jesús
lo hizo. Quien se santifica, sin duda, santificará a otros; en
cambio, quien peca no se ama a sí mismo ni al prójimo, y hasta
podrá ser de escándalo y ocasión de ruina para los demás
(RSP, p. 150).
viernes, 3 de mayo de 2013
Ecos de Alberione - 25
Primer misterio de Gloria
El jueves
7 de agosto de 1952, Alberione meditaba acerca de los misterios gloriosos y
esbozaba algunas pautas de cómo puede entenderse la Resurrección de Cristo, y
la nuestra.
A partir del relato de la
resurrección de Lázaro, nuestro Beato establece una diferenciación entre
aquella resurrección y la que será al final de los tiempos, es decir, la que
ocurrirá al fin del mundo. Lázaro volvió a la vida, pero después tuvo que
volver a experimentar la muerte. Alberione señala que la resurrección de Jesús
era un hecho, puesto que una vez cumplida su misión en este mundo, lo había
anunciado muchas veces: “El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará” (Mc 9, 31).
Su cuerpo no debía quedar en el sepulcro, con los estigmas de sus
sufrimientos… ¿Su cuerpo no tendrá una glorificación? ¿Deberá soportar el poder
de la muerte? No, Dios lo glorificó y está en el paraíso, sentado a la derecha
del Padre (RSP,
p. 144).
Hay una clara diferenciación que
plantea Alberione entre aquellos que han creído en la persona de Jesús y los
que no. Entre aquellos que aceptaron el llamado de Dios y los que decidieron
rechazarlo. Entre los que asumieron una vida con Cristo y los que optaron por
configurar una vida sin Él. Desde esta perspectiva, para nuestro Beato el
hombre se juega su opción, en esta vida, ante la promesa de Jesús, ya que el
inminente juicio de Dios, después de la muerte es inevitable. Resurgiremos todos, pero no todos del mismo
modo… El cuerpo de los condenados llevará grabados los pecados en los varios
sentidos que pecaron…En cambio, los cuerpos de los elegidos serán glorificados
por haber sido compañeros del bien (RSP, p. 144-145).
El pensamiento de Alberione, con
relación a la Resurrección, nos lleva a pensar que existía, en él, una visión
muy clara y definida:”los que se salvan y los que se condenan”. Quizás, el
imaginar cómo va a ser nuestra resurrección al final de los tiempos no es un
tema que podamos resolver ahora, porque no lo sabemos. No obstante, el estar
vivos, nos da la posibilidad de plasmar una vida diferente y más cercana a lo
que Dios nos pide; y no interesa si llegamos a una perfección o no, lo que sí
importa es si hubo un esfuerzo sincero de ser “mejores” y solo, en la
conciencia de cada uno, estará la respuesta a esa realidad. Por ahora, gastemos
la vida para el bien y Dios hará el resto. Dichosos
aquellos que al anochecer pueden decir: ‘Estoy cansado…’, después de una
jornada gastada por Dios… pues el descanso es para despertarse en un servicio
más fervoroso al Señor y al apostolado más diligente, más eficaz y más
inteligente (RSP, p. 146).
Fredy Peña T., ssp
miércoles, 1 de mayo de 2013
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