viernes, 26 de julio de 2013

Testigos Paulinos

Beato Timoteo Giaccardo
Primer sacerdote paulino (Segunda Parte)


El padre Giaccardo tuvo plena conciencia de esta su segunda misión. Escribía en su diario: “Me parece ver claro que se define cada vez más este segundo ministerio: conservar, interpretar, hacer penetrar y fluir el espíritu y las directrices del Primer Maestro; y yo acepto con espíritu de humildad este ministerio, con ánimo dócil, afectuoso, sincero”.
     El P. Alberione confirmó: “Yo no tengo a ningún otro que comparta tan acertadamente mis sentimientos y mi ánimo; ninguno que tenga cuidado de ustedes con más sincera dedicación”.
     Pero tenemos otro testimonio de interés capital, manifestado por el mismo Fundador después de la muerte del padre Giaccardo:
     “Desde el 1909 y el 1914, cuando la divina Providencia preparaba la Familia Paulina, él tuvo una clara intuición, aun sin comprenderla del todo. Las luces que recibía de la Eucaristía…, su ferviente devoción mariana, la meditación de los documentos pontificios, le daban luz sobre todas las necesidades de la Iglesia y sobre los modernos medios para hacer el bien.
     “Entró en 1917 (todavía clérigo) como maestro de los primeros aspirantes… y se quedó para siempre con el nombre de “Señor Maestro”: amado, escuchado, seguido, venerado dentro y fuera. Fue el maestro que a todos precedía con el ejemplo, que enseñaba de todo, que aconsejaba a todos, que lo construía todo con su oración iluminada y ferviente… Se puede decir que escribió en cada conciencia y se volcó a sí mismo en cada corazón de Sacerdotes, Discípulos, Hijas de San Pablo, Pías Discípulas, Pastorcitas; y de cuantos lo trataron en relaciones espirituales, sociales, económicas…
     “Desde el día en que lo conocí y le señalé el Sagrario como luz, fortaleza, salvación, su vida fue una continua y cotidiana ascensión… Él prefería decir con san Pablo: “Hasta la plenitud de la edad de Cristo”.
     “Era maestro de oración. ¡Sabía hablar con Dios! Vivía de piedad eucarística, de piedad mariana, de piedad litúrgica; de amor a la Iglesia y al Papa…
     Fue maestro de apostolado. Lo sentía, lo amaba, lo desarrollaba… Era un dispensador de energía, un sostén para los débiles, luz y sal en el sentido evangélico.
      El Primer Maestro le debe una inmensa gratitud, y con él todos, pues todos se veían amados por él… Yo me fiaba de él más que de mí mismo; y estoy contento por habérselo demostrado…”.
     Como confirmación de este testimonio del beato Alberione (Primer Maestro), reportamos algunas expresiones textuales del mismo beato Giaccardo sobre el sentido de la misión paulina:
     “El Divino Maestro debe reinar sobre todo, debe ser dado “todo” a todos… mediante el Apostolado de las Ediciones. El Apostolado de las Ediciones debe iluminar todos los apostolados, sostenerlos, vivificarlos, abarcarlos, ejercerlos con sus apóstoles. Y éstos deben ser la gloria de Cristo, Divino Maestro”.
     “En servicio de Cristo Eucaristía, se busca y se elige lo mejor… Así, al servicio de Cristo hecho “Palabra”, debemos reservarle cuanto de mejor producen los hombres: el nuestro es un verdadero Ministerio sagrado”.
     El beato Giaccardo, después del Fundador, fue el primer sacerdote que escribió y publicó un libro, en 1928, con el título “María Reina de los Apóstoles”, que es la Patrona de la Familia Paulina.
     En 1936 regresó de Roma a Alba como superior de la Casa Madre. Colaborador fidelísimo del P. Alberione, se prodigó sin descanso por las Congregaciones Paulinas que iban naciendo, y que él llevó en sus brazos, conduciéndolas a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados modernos.
     Ya en edad madura, ofreció su vida por la continuidad de su propia Congregación y para que fuera reconocida en la Iglesia la nueva Congregación paulina de las Pías Discípulas del Divino Maestro. Y el Señor aceptó su ofrenda.
     Pasó a la Casa del Padre el 24 de enero de 1948, víspera de la fiesta de la Conversión de San Pablo. Sus restos mortales yacen en la cripta del Santuario de la Reina de los Apóstoles, Roma (los del beato Santiago Alberione, en la subcripta). Santuario que mandó construir el Fundador en el mismo solar donde el beato Giaccardo había fundado la primera casa paulina fuera de Alba.
     Fue beatificado el 22 de octubre de 1989.

Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, del P. Stefano Lamera, ssp


miércoles, 17 de julio de 2013

TESTIGOS PAULINOS


Beato Timoteo Giaccardo
Primer sacerdote paulino (Primera Parte)


    Nació en Narzole (Cuneo-Italia) el 13 de junio de 1896. Fue bautizado el mismo día, con los nombres de José y Domingo.
Jovencito aún, se encontró con el P. Santiago Alberione, quien lo encaminó hacia el seminario diocesano de Alba.
    La amistad con el P. Alberione lo hizo sensible a las nuevas necesidades de los tiempos y se abrió a los nuevos medios pastorales de evangelización. A los 21 años, pasó del seminario diocesano a la naciente Sociedad de San Pablo, siendo encargado por el P. Alberione como maestro de los primeros aspirantes a paulinos. Le decían el Señor Maestro.
     Las condiciones históricas eran tales que parecía irrealizable se concediera el sacerdocio ministerial a los jóvenes del P. Alberione. La mayoría del clero diocesano veía posible que fueran ordenados los primeros paulinos, llamados por  broma “los curas del mono y de la campera”. El P. Alberione, firme en su fe y confianza, espera en silencio y en oración que Dios hiciera resonar la hora de la aprobación canónica de la Congregación y de la ordenación sacerdotal para sus jóvenes, llamados al ministerio de la predicación mediante la palabra escrita. Y así, ante la sorpresa y el estupor de todos, pudo ver a su clérigo Giaccardo ordenado sacerdote, en 1919, por su mismo obispo, quien anteriormente le había pedido la renuncia al hábito y al sacerdocio si quería ser paulino. Y además, su ordenación se adelantó a la edad canónica-mente requerida, mediante la oportuna dispensa, debido también a una imprevista circunstancia: para que su madre, enferma de gravedad, lo viera ordenado sacerdote antes de morir.
     Fue el primer sacerdote paulino y el primer Vicario General de la Sociedad de San Pablo.
     Su vida es un ejemplo actual de cómo se puede conciliar una equilibrada madurez con la más intensa actividad apostólica. Con la ordenación de Giaccardo la Familia Paulina se injertaba en la Iglesia mediante el sacerdocio apostólico, en sintonía con el mandato de Jesús: “Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos en todas las naciones”.
     La ordenación sacerdotal del P. Giaccardo marcó una fecha histórica para la Familia Paulina por otra razón: él era el primer sacerdote paulino ordenado expresamente para un ministerio nuevo en la Iglesia. Así la predicación realizada con los medios de comunicación social quedaba implícitamente considerada como verdadera evangelización.
     Lo que el Concilio Vaticano II sancionaría medio siglo más tarde en el decreto “Inter mirifica”, era ya anunciado en la ordenación sacerdotal del P. Giaccardo.
     El padre Santiago Alberione vio en este hecho una clara respuesta de Dios a su fe en la propia vocación y misión. Comprendió que sería la vocación y misión de una gran Familia fundada sobre el sacerdocio de Cristo, en la línea del Magisterio de la Iglesia y del ministerio apostólico; Familia heredera de la gracia y del apostolado de san Pablo; enviada para anunciar el Evangelio de Cristo a todos los hombres a través de los nuevos medios de comunicación social.
     Por otra parte, el P. Giaccardo representa el anillo de enganche entre el Fundador y las nuevas comunidades nacidas de la comunidad madre de Alba: él fue el primero que guió la migración de los dos grupos: masculino y femenino, que dieron origen a las comunidades romanas. En enero de 1926, teniendo en cuenta su gran amor al Papa, el Fundador lo envió a Roma para abrir y poner en marcha la primera casa filial de la Congregación.
     El beato Giaccardo escribió más tarde en su diario: “Yo, en la Congregación, no tuve la misión de lanzar nuevas iniciativas, sino de educar, plantar, integrar nuestra Sociedad de San Pablo en la Iglesia de Roma, sobre la roca de san Pedro, sobre la apostolicidad de san Pablo; y he comprobado la paciencia de Dios en asistirme para llevar a cabo este ministerio”.
     Podemos afirmar así que, mediante el P. Giaccardo, la Familia Paulina se enraíza, incluso visiblemente y localmente, en la herencia de los apóstoles, representada por la sede de Roma.
     Como el beato Santiago Alberione fue el “padre” que, en la luz de su misión especial, dio vida a las varias ramas de la Familia Paulina, el beato Timoteo Giaccardo, su primer hijo espiritual, transmitió y profundizó la herencia alberoniana. Sin reflejar nunca el cansancio ni calcular la fatiga, sin concederse un día de vacaciones, compartió durante treinta años con el padre Alberione la solicitud por cada una de las Congregaciones paulinas, en sus difíciles comienzos y en su desarrollo, como “llevándolas en brazos”.

    
Del libro RICORDATI, SIGNORE, DEI NOSTRI PADRI, 
del P. Stefano Lamera, ssp

domingo, 14 de julio de 2013

¡Un siglo, no es nada!



Ya estamos a las puertas de un siglo de aquel día del año 1914  en que la Familia Paulina, veía la luz del mundo, desde la  ciudad piamontesa  de Alba, (Italia).  Zona, de fuerte característica rural, rostros con surcos marcados por el sol y el frío, manos fuertes para mantener a los numerosos niños que coronaba a los matrimonios del lugar. Sí, allí nacía una nueva familia religiosa, de la mano de un curita enfermizo, pero de mirada penetrante y horizontes amplios, el beato P. Santiago Alberione, este gran profeta que por allá en 1900 ya veía el horizonte de los nuevos areópagos, los Medios de la Comunicación Social. No tengo dudas que  la gran Familia Paulina nace de las manos del Dios rico de amor, como el agua de las cataratas que brota a raudales saltando de aquí o allá, eso es lo que siento al mirar el camino de las Paulinas, Paulinos, Discípulas, Pastorcitas, Apostolinas.  ¡Cuánto ese árbol ha extendido sus ramas plantado en varias países de todos los continentes! ¡También los numerosos  Institutos Agregados, como las Anunciatinas, Gabrielinos, Santa Familia, Jesús Sacerdote y los/las Cooperadores/Cooperadoras! ¡Qué bello ver ante Jesús Eucaristía, Camino, Verdad y Vida, estos diez ramilletes de vocaciones en la Iglesia, mujeres y varones, llamados, a  la Evangelización con los Medios de la Comunicación Social!  Las primeras Religiosas y  Religiosos, parafraseando al profeta Samuel, apenas casi dejan de ser amamantados, ya están sirviendo al Señor. Así fueron nuestros inicios, niñas y niños de 10, 11, 12 ó 15 años felices desgranaban el Rosario haciendo parte de la “Escuela Tipográfica Pequeño Obrero” o del “Taller Femenino”. Jóvenes con tan solo su valija y el pasaje de ida  en mano, cruzaban los mares, y fronteras con la fuerza de la fe y el ansia apostólica paulina les hacía sentir  como suya la experiencia de Pablo: “¡Ay de mí, si no evangelizo!”

Cien Años, Tiempo de Gracias…

Levantando mi mirada hago memoria en el contexto eclesial,  que estamos viviendo el año dedicado a  la fe,  el Sínodo sobre la nueva evangelización que ciertamente nos invita a fortalecer el Sínodo sobre la Palabra, tan importante para el apostolado paulino. Todos estos acontecimientos, nos  invitan a una auténtica y renovada conversión al  Señor, para extraer el agua desde nuestro propio pozo. Un año de gracias porque estamos caminado por el trienio de preparación al centenario de la Familia Paulina en 2014 y agradecer y celebrar el quincuagésimo aniversario de la muerte de Hermana Tecla Merlo, esta mujer que puso mucho abono en el inicio del gran árbol de la Familia Paulina.

Tiempo de gracias, porque también estamos caminando hacia el centenario de las Hijas de San Pablo, año 2015, en este acontecimiento somos invitadas a celebrar, confesar y agradecer la fe en Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida,  por tantas riquezas recibidas en todos estos años por cada paulina.

Este centenario también nos encuentra celebrando nuestro 10º Capítulo General de las Hijas de San Pablo en Roma Italia, con el lema: “Creemos por eso hablamos”.  Y el momento histórico que hemos  vivido los cristianos y no cristianos del mundo entero, con la renuncia del papa Benedicto XVI. Ciertamente es un momento muy especial y desafiante para la Iglesia y donde nosotras Paulinas y Paulinos, también tenemos un desafío  de estar atentos a los signos y acontecimientos de este momento.

Un tiempo de gracias con la llegada del papa Francisco, un huracán de novedad y signos que evangelizan por sí mismos. Día a día este profeta de este tiempo que sorprende a cada cristiano y no cristiano con alegría y esperanza, hasta el llanto. Como obispo de Roma, anima, renueva y evangeliza al mundo entero. A nosotros Familia Paulina, nos invita a “salir a la calle”. Estas palabras del papa Francisco, me resuenan en el corazón y me trae a la memoria las palabras de nuestro fundador el beato P. Santiago Alberione: “Si la gente ya no viene a la Iglesia, la Iglesia debe ir a la gente”.  Por eso estos cien años, es un tiempo de gracias,  por eso me atrevo a decir es nuestro tiempo, tiempo de centrar nuestra mirada en Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida, de relanzar la semilla de la vocación y misión paulina, de evangelizar con los Medios de la Comunicación Social.

Camino de fe

Siento  que más que un punto de llegada, nuestro centenario, es un punto de partida. Es un momento donde somos invitadas a una  escucha y discernimiento, porque las Hijas de San Pablo en este contexto del centenario tenemos que hacer posible el sueño de nuestro fundador: ser comunicadoras del Evangelio en la realidad de hoy.  Para esto necesitamos una mentalidad de cambio y junto a eso una adecuada preparación. Para mí, nuestra mirada debe estar en una formación integral. Lanzadas a la misión. Caminar y acompañar a los jóvenes acogiéndolos desde su realidad y nosotras integrándonos en ella.  Desarrollar una cultura de Pastoral Vocacional integrada a las varias pastorales. También es muy importante el valor del trabajo del laico, como parte de nuestra misión, potenciando cada día más, su aporte como colaborador de Paulinas  para el Evangelio.  

Necesitamos crecer siempre, para eso: mejor organización .Estoy convencida que nuestra congregación es una obra de Dios; que la Familia Paulina es una obra de Dios. Por eso con nuestro lema para el próximo Capítulo General: “Creemos y por eso hablamos”  queremos decir que en el anuncio, somos llamadas a coparticipar de la fe y de la vida, a ejemplo del apóstol Pablo, el gran apóstol de la gente.

También sabemos cuán frágiles somos: “tesoro en vaso de arcilla”. Y a la vez constatamos la riqueza que hay en cada uno, por eso, este centenario nos encuentra llenos de esperanza. Esperanza en el horizonte actual  que nos proyecta como Iglesia, como vida consagrada, en la comunicación y en la misión con nuevos desafíos. Por eso, ante las palabras de Jesús: “la mies es mucha pero los operarios son pocos, pidan al Padre que envíe más obreros a su mies”, confiando en su palabra, pedimos por las vocaciones paulinas, que el Señor está llamando, aquí, en Paraguay donde la vida consagrada, plena de fe, vive una rica cercanía y unidad con el pueblo.

 Hna. Virginia Élida Romero hsp

Hna. Virginia Élida Romero. Religiosa consagrada de la Congregación Hijas de San Pablo. Actualmente desempeña el cargo de superiora de la comunidad en Paraguay y es miembro de la CONFERPAR, Conferencia de Religiosas de Paraguay, desempeñándose como responsable de la Pastoral Vocacional y la Comunicación.


martes, 2 de julio de 2013

Año de la Fe


HIMNO DEL AÑO DE LA FE

1. Caminamos llenos de esperanza
a tientas en la noche.
Tu que estás en el Adviento de la historia
eres Tú el Hijo del Altísimo.
¡Credo, Domine, credo!
Con los santos que acompañan nuestro viaje,
Señor, humildes pedimos:
¡Aumenta, aumenta nuestra Fe!
¡Credo, Domine! ¡Adauge nobis fidem!

2. Caminamos solos y perdidos,
sin el pan cotidiano.
Tú nos nutres en la gruta navideña,
eres Tú la estrella de la aurora.
¡Credo, Domine, credo!
Con María, la modelo del creyente,
Señor, humildes pedimos:
¡Aumenta, aumenta nuestra Fe!
¡Credo, Domine! ¡Adauge nobis fidem!

3. Caminamos, cansados y sufrientes,
con las llagas abiertas.
Tú que sanas al que habita en el desierto,
eres Tú la mano que nos cura.
¡Credo, Domine, credo!
Con los pobres, que esperan a la puerta,
Señor, humildes pedimos:
¡Aumenta, aumenta nuestra Fe!¡Credo, Domine! ¡Adauge nobis fidem!

4. Caminamos con la cruz a cuestas,
siguiendo por tus huellas.
Tú resurges victorioso de la muerte,
eres Tú el Viviente que no muere .
¡Credo, Domine, credo!
Con los que renacen a una nueva vida
Señor, humildes pedimos:
¡Aumenta, aumenta nuestra Fe!
¡Credo, Domine! ¡Adauge nobis fidem!

5. Caminamos siguiendo la llamada,
de tu Pentecostés.
Tú recreas la presencia de aquél soplo,
eres Tú la Palabra del futuro.¡Credo, Domine, credo!
Con la Iglesia, que anuncia tu Evangelio
Señor, humildes pedimos:
¡Aumenta, aumenta nuestra Fe!
¡Credo, Domine! ¡Adauge nobis fidem!

6. Caminamos cada día que nos donas,
junto a nuestros hermanos.
Tú nos guías por las sendas de la tierra,
eres Tú la esperanza de la meta.
¡Credo, Domine, credo!
Con el mundo, donde el Reino se ha implantado
Señor, humildes pedimos:
¡Aumenta, aumenta nuestra Fe!
¡Credo, Domine! ¡Adauge nobis fidem!


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