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jueves, 14 de junio de 2012

HUELLAS

A CIEN AÑOS DEL CARISMA PAULINO
NOTAS PARA UNA PASTORAL VOCACIONAL ACTUALIZADA


Acabo de leer un artículo que se refiere al aumento del consumo de alcohol y de droga en los jóvenes de la escuela secundaria. Más de uno se habrá escandalizado al enterarse del incremento notable de alcoholismo de las adolescentes. Pero, más allá de preguntarnos qué cosas buenas y menos buenas reconocemos en los jóvenes, debemos considerar qué plataforma usamos para conocerlos e interactuar con ellos. Aproximarnos a esta realidad ayuda a los fines de este artículo: afrontar la pastoral vocacional cuando nos disponemos a celebrar cien años de carisma paulino.

Hay una tribuna tradicional que añora el pasado, el modelo patriarcal perdido, que señala implacable los errores y las falencias de la juventud, sin cuestionarse siquiera que la actual generación adulta -los jóvenes de ayer- trajo a la vida y educó a los jóvenes de hoy, esos que viven en total desparpajo.

Otra postura, más condescendiente, nada de malo ve en ellos, sino que trata de entrar en los mismos códigos comunicacionales y de conducta, para quienes los jóvenes son tan buenos que nada se les debe corregir porque se supone que se los reprime. A veces los resultados de esta postura son irrisorios, porque emergen los “viejos verdes” o deambulan caricaturas juveniles hechas con siliconas, cirugías estéticas y toxina botulínica.

Aunque presentadas esquemáticamente las dos posiciones anteriores, me uno al grupo que trata de entender el fenómeno juvenil actual tratando de no partir ni del prejuicio negativo ni de la concesión facilista sobre los jóvenes. Y me atrevo a afirmar que todas las visiones conviven dentro de un mismo individuo, aunque se note más una tendencia que otra.

Son  muchos los cambios que se deben tener en cuenta cuando se aborda la realidad juvenil, pero solo señalo tres núcleos importantes: el protagonismo social, la formación de la identidad sexual y la educación.

En primer lugar se debe aceptar, sin nostalgias del novecento, el significado y posterior influencia del mayo del ’68, cuando los jóvenes pasaron a ser referencia o modelo de los jóvenes. Es el quiebre histórico definitivo que se dio cuando pasaba la primera mitad del siglo XX. Este cambio es significativo al momento de pensar cualquier relación educativa. En este aspecto, razonar y pensar los valores con ellos es indispensable, pues los valores impuestos son rechazados de plano.

Otro cambio irreversible es el proceso para afirmar la identidad y el comportamiento sexual, especialmente entre los adolescentes, al momento que estos asumen los roles masculinos y femeninos, porque los roles los dicta la sociedad y varían de época en época. Es importante considerar este rasgo juvenil cuando se interactúa con ellos, pues no tienen interiorizados los roles tradicionales de varón y mujer, porque vivieron adolescencias marcadas por la indefinición sexual y tienen modelos ambiguos. Aceptar jóvenes en discernimiento vocacional significa admitir que no tienen la formación sexual tradicional y hasta llegan a cuestionar las enseñanzas de moral sexual de la Iglesia.

Un tercer cambio definitivo se dio en el campo de la educación, donde ellos, por un lado son protagonistas de su propia educación, porque participan en decisiones, hacen propuestas, debaten los planes; y por otro, los jóvenes son educados por el mercado de la música, la diversión, la vestimenta, los nuevos lenguajes y redes sociales, lo cual rebasa el sector social de proveniencia. Esto incide en el momento de pensar las formas de acompañar a los jóvenes en sus procesos formativos, donde es inútil asumir modelos verticalistas, sino más bien democráticos.

Han pasado más de cien años desde que el adolescente Santiago Alberione experimentara el llamado de Dios a hacer algo por los hombres del nuevo siglo con los cuales habría de convivir. Y él respondió como adolescente-adulto de su época. Ese mismo Señor hoy envía jóvenes, varones y mujeres, a la Familia Paulina, con misiones muy similares a la del adolescente Alberione, pero con realidades muy diferentes.

La vocación de las nuevas generaciones de hijos e hijas de Alberione será apagada si se la aborda desde “tiempos pasados”. En cambio, el novedoso carisma paulino traerá ardor a los corazones como en aquellos tiempos de la “primavera paulina” si se llegan a los jóvenes desde su misma realidad, yendo a los pozos donde beben para sus vidas, tal como el Nazareno se acercó a la Samaritana un día de calor. Los prejuicios de cualquier índole nacen a veces de los miedos, quizás por no saber dialogar y conocer dónde están, qué hacen, qué piensan.

Estas bases posibilitarán la edificación de apóstoles nuevos, dando forma a la identidad paulina más auténtica. Es la orientación de la vida a ser san Pablo vivo hoy, caminando en continua conversión. La vida de las comunidades religiosas y de los Institutos paulinos incide fuertemente en este proceso, por lo cual es importante que sean comunidades formativas, alentadoras de la vocación con el testimonio y la palabra.

Jóvenes con vocación hay, el secreto está en saber acompañarlos.

P. Fernando Teseyra, ssp.

domingo, 10 de junio de 2012

HUELLAS


PRIMER MAESTRO: COHERENCIA DE VIDA CRISTIANA

La famosa noche de paso de un siglo al otro (1900-1901), decisiva para el joven Alberione, lo marcó de una manera indeleble para toda su vida. Fue una iluminación que recibió de la Eucaristía: “hacer algo para los hombres con los cuales habría de vivir en el nuevo siglo”. Esas ansias apostólico-misioneras lo acompañaron por toda su vida.

Fueron surgiendo iniciativas: Sociedad de San Pablo, Hijas de San Pablo, Cooperadores Paulinos…Comienzan las actividades bíblicas con las misiones populares para la difusión de la Biblia en cada hogar, los boletines parroquiales para la animación pastoral.

Su experiencia parroquial lo lleva a escribir dos libros que pueden significar aún hoy un proceso y un anticipo de cuanto el Concilio habría insinuado: Apuntes de teología pastoral y La mujer asociada al celo sacerdotal.

Hace un “pacto” con el Maestro divino, conociendo las necesidades y consciente de la pequeñez  de sus hijos. Un pacto de fidelidad pero también de mucha esperanza y confianza.

Ese “algo” que lo había subyugado en la famosa noche sigue iluminando su vida y coherentemente realizando gestos y llevando iniciativas en pos del ideal prefijado.

La guerra no es impedimento para seguir con su celo apostólico. Frente a las dificultades prepara a sus hijos para la fabricación de papel (la famosa “cartiera de Alba”), una zapatería donde se santifica el Ven. Andrés Borello, una panadería, una huerta en los alrededores de Casa Madre…

La guerra no lo amilana y le da la posibilidad de confiar ciegamente en la protección de la Reina de los Apóstoles a quien le promete erigir en el centro de la cristiandad y de las actividades paulinas un santuario.

El proyecto de nueva evangelización con la comunicación (comenzado con la buena prensa) sigue adelante con iniciativas que comienzan como en Belén y se desarrollan como un árbol frondoso que cubre las necesidades de los hombres. El famoso “alberone” del que el Primer Maestro les hablaba a los primeros aspirantes.

En 1960 reúne a sus  hijos de la primera hora como para dictarles el testamento. Surge así el libro Ut perfectus sit homo Dei donde está plasmada su intención con respecto a la Familia Paulina.

Poco antes había escrito unos apuntes, que entregó “si para algo servían” a los que prepararon un trabajo sobre el pasado, presente y futuro de la Familia Paulina. Así nos regala Las abundantes riquezas de su gracia.

Todo esto nos habla de una coherencia vital, concreta, generadora de apostolado y de santidad. Como lo fue su vida.

Pablo VI al recibir a la Familia Paulina en 1969 dijo: "He aquí a nuestro querido Padre Alberione, siempre atento a los signos de los tiempos, siempre escrutando el futuro, que dio a la Iglesia nuevos caminos, nuevo empuje misionero, nuevos medios para hacer eficaz el mensaje evangélico".

P. Santiago Bonomini, s.s.p.

viernes, 1 de junio de 2012

HUELLAS

 Una misión joven con gente joven

A continuación les presentamos esta nueva sección que intenta mostrar las enseñanzas y virtudes de nuestro Beato. En esta oportunidad, hablaremos de los jóvenes para la nueva misión paulina en el mundo.
 
 

Uno de sus primeros biógrafos describe el impacto que Alberione provocaba en los jóvenes tanto hombres como mujeres. Ante todo la certeza de que el Señor lo guiaba de una manera misteriosa, pero real. Muchos llegaron a pensar que oponerse a sus planes fundacionales era oponerse a Dios. Otra razón, tal vez la más inmediata, era el éxito que acompañaba sus iniciativas, también las más humanamente “descabelladas” e incomprensibles que emprendía.

Los jóvenes se sentían involucrados como protagonistas en esas aventuras maravillosas, cuyas fronteras no lograban vislumbrar totalmente; pero esto más que amedrentarlos, los estimulaba a una entrega incondicional. El testimonio de su vida fue otro factor. Alberione era un hombre austero, desprendido, reflexivo, un gran solitario, pero en ningún momento un aislado. En efecto, estaba siempre a disposición de ellos, para atenderlos, aconsejarlos, corregirlos con la ternura de una madre y a la vez con la rudeza de un padre que de sus hijos exige lo mejor. Suyo podía ser el dicho: ¡Duda de un amor que no sea exigente!

Alegría y sentido de la vida
Es fácil estar alegre para quien ha encontrado el sentido verdadero y concreto de la vida. Para ello hay que eliminar los deseos inútiles y obrar con generosidad en el camino de nuestra vocación, especialmente en la tarea que le toca a cada uno. No demos cabida a omisiones, a fantasías, a añoranzas o a un sentimentalismo hueco. Caminemos siempre por la ruta maestra, a plena luz y a pleno sol.

Gocemos de todo lo bueno, contentos con lo poco que tenemos.
Vivamos cada día nuestra elección liberadora.
Esperemos al dolor como a un amigo, aceptándolo
como un signo de predilección.
Anhelemos a Dios y confiemos en él.
Unamos lo temporal y lo eterno, abrazando a la
humanidad y a la eternidad, en un círculo cuyo centro
es el mismo Dios: todo y siempre para su gloria y la
paz de los hombres.
En esto consiste la verdadera alegría (CISP 281).

P. Benito Spoletini, s.s.p.