miércoles, 15 de mayo de 2013

"Ecos de Alberione" - 26

SEGUNDO MISTERIO GLORIOSO


La Iglesia nos recuerda que Jesús, una vez cumplida su misión, en este mundo, debía gozar eternamente, primero por medio de su Resurrección y después en su gloriosa Ascensión.

Alberione quiso darle un sentido concreto a este gran misterio, sobre todo, con relación a “dar gloria al Padre”. Pudo sintetizarlo en dos principios: Jesús, en su petición al Padre de ser glorificado, aduce la razón: él ha glorificado al Padre; además, envió a los apóstoles para que vayan y lo anuncien dando gloria al Padre. Sin duda que nuestro Beato vio esta tarea del “anuncio del evangelio” como un verdadero ministerio.

Jesús recibió la misión recibida del Padre: enseñó a los hombres la doctrina celeste; reveló a los hombres una moral más perfecta y apuntó hacia una más alta. Se hizo para ellos Maestro y anunció en toda la tierra su doctrina… y sucesivamente encargó a los apóstoles que la predicaran en todas partes (RSP, p. 148).

Para quienes creemos en la Resurrección de Jesús y la nuestra, quizá, no hemos reparado en que el sacrificio de Cristo fue el poder salvarnos y darnos la posibilidad de ser nuevas creaturas. Alberione entendió que la “salvación” fue en rescate por los pecados del hombre o por los que viven como si Dios no existiera. Tal vez, en la actualidad, aún no se ha comprendido lo que significa recorrer un camino de santidad o de salvación, como lo asumió nuestro Beato.

Jesucristo, para salvar a las almas, vino del cielo y, como buen pastor, fue a buscar a la oveja perdida. Este mundo apremiado por sus pasiones, sigue caminos torcidos… Demasiado se piensa en la tierra, y poco en el cielo. Hombres fríos que no cuidan ni su propia alma, ¿cómo podrán transformarse en apóstoles? (RSP, p. 149).

La Iglesia necesita de hombres entusiastas, positivos y fervorosos para cumplir el mandamiento del amor. La familia Paulina también aspira a cumplir este propósito: la santidad de vida y un apostolado fecundo, cuya prioridad fundamental es la predicación de Cristo. Sabemos que la santidad, para muchos, no es un tema muy recurrente; no obstante, en nuestra condición de hijos de Dios, nos basta saber lo que Alberione asintió y plasmó con su vida: Si no nos amamos con un amor sobrenatural, no podremos amar como Jesús lo hizo. Quien se santifica, sin duda, santificará a otros; en cambio, quien peca no se ama a sí mismo ni al prójimo, y hasta podrá ser de escándalo y ocasión de ruina para los demás (RSP, p. 150).


Fredy Peña T., ssp

1 comentario:

  1. Los suenios de Alberione, se fueron haciendo rea-
    lidad, con la Familia Paulina, quien de todas las
    maneras posibles ha ido evangelizando y glorifi-
    cando al Senior. Lo que nunca imagino que el Pa-
    pa Francisco, regalo de Dios para el mundo, lle-
    varia a la practica, desde la Catedra de San Pe-
    dro sus mismos deseos...!!!!!!
    ETEL

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