sábado, 23 de marzo de 2013

"Ecos de Alberione" - 24


“Confesarse con humildad”



En una meditación dictada, un jueves 6 de marzo de 1952, nuestro beato señalaba algunas recomendaciones para tener en cuenta al momento de confesarnos. Quizás, el reconsiderarlas hoy nos viene bien para prepararnos en Semana Santa, y, con mayor razón, para Pascua de Resurrección.

El empezar bien la jornada era fundamental para Alberione, ya que aconsejaba recurrir a un espíritu de mortificación y de oración íntima con el Señor. Estos hábitos, en la vida espiritual, indefectiblemente, a la posteridad debían traducirse en una virilidad rica de actividad, de méritos y socialmente útiles. Al parecer, su mensaje iba hacia los más jóvenes, ya que el mostrar un interés por el estudio, la práctica de la virtud y privilegiar la vida de oración, se constituyeron en los ingredientes necesarios del itinerario espiritual paulino. Empezar bien la jornada, equivale a comenzar bien la vida… ¡Qué hermoso es, de mañanita y con tiempo, encontrarnos unidos en oración para recibir del Señor su luz, y pedir la gracia necesaria para empezar con él  y luego ir con prontitud al apostolado! (RSP, p. 78).
Nuestro Beato afirmaba que al momento de confesarnos era conveniente hacerlo con mucha humildad, pues solo una humildad despojada de toda soberbia y orgullo, permitiría salir de nuestros esquemas y decididos a cambiar nuestra conducta. Si algo tenía claro Alberione, acerca de las esclavitudes y las miserias humanas, era  que estas provienen de un orgullo insistente e intransigente, que nos ciega. Decía: El pecado, en fin de cuentas, es orgullo; de la soberbia llegó la ruina de la humanidad, y persiste la ruina de los hombres que se salen del camino por orgullo (RSP, p. 78). En este sentido, enseñaba que para vencer toda soberbia no había mejor ejemplo que la obediencia de Jesús; exhortaba a mirar cómo Jesús se humilló ante sus adversarios hasta morir, por lo tanto, no pretendamos ser tratados con mayor consideración. A veces, nuestro orgullo y vanidad nos reclaman: el reconocimiento, el aplauso y el afán de protagonismo.
Alberione fue muy consciente de que si alguien se confesaba, con sincero corazón, y con el deseo de convertirse en una persona recta, decidida a cambiar de vida, impregnaría un “querer firme” en la voluntad. Por eso, llamaba a poner cuidado en aquello que se confesara, cuestionándonos: ¿Nos confesamos bien? ¿Con esa humildad que es la base para todas las demás disposiciones? A menudo se llora por tonterías, y uno se alegra por el mal cometido… Hemos de pedir perdón de nuestros pecados y confesiones no suficientemente bien preparadas o no bien hechas (RSP, p. 80).

Fredy Peña T., ssp

1 comentario:

  1. Aprendi a sentir verdadero dolor de los pecados
    despues que "me converti" el 5/8/1980. Cuando co-
    noci la RCC en la Comunidad de la Ssma Trinidad,
    llamada entonces Jn: 17,21. Siempre fui Catolica
    pero como descubri "una Catolica standart" como
    tantos...!!!
    Muy bueno Fredy, tu Art.!
    ETEL

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