lunes, 10 de septiembre de 2012

¡PARA SIEMPRE, ME QUEDO EN CHILE!


Hno. PABLO URIARTE LAFUENTE (92 años de edad y 60 Años misionando en Chile)


  •  Nacido en Sarria (Provincia de Alava, España), el 02 de marzo de 1920. Ingresó a la SOCIEDAD DE SAN PABLO, en la Comunidad de Bilbao, el 13 de junio de 1947. Realizó la primera profesión el 8 de septiembre de 1949, en Madrid, y la profesión perpetua el 8 mismo día de 1954, ya en Chile.
  • Presente en el Chile desde el 12 de septiembre de 1952. "Y ahora espero que mis huesos descansen en Chile y aquí estén el día de la resurrección de los muertos", nos decía al finalizar la nota.
  • En la tarde del domingo 9 de septiembre de 2012, y preparándose para recordar sus 60 años como paulino en Chile, mientras tomábamos la once (te) de la hora 17:30, tratamos de entrar un poco en sus motivaciones y recordar algo de estos años en tierras chilenas y de su vocación paulina.

¿Quién te recibió al llegar Chile?
  Nadie, me tuve que tomar un taxi desde el aeropuerto a la Librería. Cuando llegué, creo que el padre Benito Spoletini me preguntó: ¿Y tú quién eres? Y me tuve que presentar (en ese tiempo no había la posibilidad de tanta comunicación como hoy). Ya el mismo viaje había sido un poco altercado. Vine en un barco que había llevado vacas para España desde Argentina. El día 20 de agosto, almorzamos en la casa de Bilbao, y luego nadie tampoco me acompañó hasta el puerto. Viajé sólo, era el único religioso que viajaba en aquel barco.
  Luego de quince días de altamar, en Buenos Aires tampoco ninguno me esperaba. Tenía la dirección de la casa de Florida (Buenos Aires) y llegué en cambio a la calle Florida; allí tuve que tomar varios taxis para llegar a la comunidad de la localidad de Florida. Llegué cuando ya era de noche. También me preguntaron: ¿Y tú quién eres? Luego para llegar a Chile, tenía que tomar un viaje de Aerolíneas Argentinas, y estaban en huelga. Luego de tres días me embarcaron en uno de Lufthansa. Mandamos un telegrama y llegó al día siguiente de mi arrivo.



¿Por donde comenzó tu apostolado paulino en Chile?
  El superior, el padre Pascasio Marzilli, me preguntó a qué vienes. Tengo entendido, le dije, que vengo para trabajar en la librería. Bueno, mañana temprano sales con los libreros, afirmó.

¿Siempre librero?
  ¡Siempre librero!

¿Qué aprendiste siendo librero?
  Todo lo que no sabía, y preguntando fui aprendiendo de libros: donde estaban y de qué editorial eran. Los libros estaban por entonces como en una biblioteca y era difícil encontrarlos.

¿Qué te permitió además trabajar en la librería?
  Conocer a la gente y al pueblo chileno. Al principio todo era muy rústico y familiar, en el modo de trabajo. Por ejemplo, llegó un cura y sacó la cuenta de dos libros, dejó su valor sobre la mesa y se fue con ellos, sin pasar por la caja. Saber que con el trabajo no sólo hacíamos un apostolado, sino que también nos ganábamos la comida de todos los días; un día no había entrado nadie y no teníamos siquiera para comprar un kilo de carne y ponerla en la olla.

¿Qué más valoras de lo aprendido?
  Valoro el contacto con la gente y con muchos curas, monjas, seglares y obispos de Chile. Tuve la oportunidad de tener contacto directo con los seis cardenales que hasta el momento ha tenido la Iglesia chilena: José María Caro, Raúl Silva Henriquez, Juan Francisco Fresno, Jorge Medina Estévez, Carlos Oviedo Cavada y Francisco Javier Errázuriz Ossa. Algunos de ellos los conocí de niños o de jóvenes, y a monseñor Fresno le anticipé su elección episcopal.

¿Cómo nació tu vocación?
  No sé qué decirte, pero todo nació muy de a poco. Estando en el servicio militar me nació la inquietud de ser misionero, y desde niño fui monaguillo. Algo especial posiblemente tenía que no tenían mis compañeros….

¿Por qué paulino?
  Luego del servicio militar seguí siendo monaguillo, y un día encontré en la parroquia una revista que hablaba de una congregación llamada de san Pablo, y que estaba a unos cuarenta y cinco kilómetros de mi pueblo. Y el día de san Antonio me fui a Bilbao, y conocí la primera comunidad paulina; me atendió el padre Desiderio Costa. Tenía por entonces 27 años, y en realidad era muy grande para esa época. Me dijo que para ingresar había que pedir permiso a Roma, cosa que nadie nunca solicitó y el mismo padre Costa me recibió en Bilbao el 16 de septiembre del mismo año. Todo fue muy rápido.

¿Qué es lo primero que hiciste por Bilbao?
  Con un compañero que no recuerdo su nombre hicimos unas maletas y salimos de propaganda de pueblo en pueblo. A los dos meses, el padre Costa me dijo que en Madrid se necesitaba a una persona con urgencia. Me sacó un boleto para la noche y me dio unos pesos para que me comprara una valija para llevar mis pertenencias.

¿Y en la comunidad de Madrid?
  Todos los días íbamos de propaganda de pueblo en pueblo, por todo el mapa de España.

¿Y cómo nació tu misión en Chile?
  Después de haber profesado, el 8 de septiembre de 1949, me tocó ir a iniciar en León una comunidad y desde allí también nos dedicábamos a la difusión. Con el difunto Aurelio García salíamos de propaganda. Estuvimos un mes en Galicia. Y a la vuelta encontramos al padre José Gabriel Galasso, quien me dijo: Tengo una noticia que no sé si será buena o mala para ti. Le contesté que ya sabía, que debía irme a Chile, porque sabía del regreso desde Chile del hermano Laurentino García. Yo había intuido que ahora me tocaba y se me “cayó la teja” no más (y se ríe).

Y hoy, ¿qué nos puedes decir después de haber aceptado y vivido la misión de venir a Chile como paulino?
  Estoy profundamente agradecido a Dios y a la Congregación, y a la Virgen en particular dado que llegué justamente el día del santo nombre de María (12/9/1952). Cuando recibí el mandato fui a preparar mis documentos a mi pueblo, donde mis padres más bien me alentaron, lo mismo que los demás familiares. Posiblemente no sabían que me iba tan lejos. Yo mismo sólo había escuchado hablar de los minerales de Chile, pero no sabía dónde estaba.

¿Y ahora qué esperas?
  Espero que mis huesos descansen en Chile y que queden aquí hasta el día de la resurrección de los muertos. Contento, Señor, contento, como solía decir el padre Alberto Hurtado, muerto veinticinco días antes de mi llegada a esta querida tierra.
  Recuerdo que luego de siete años en Chile, fui por primera vez de vacaciones...Por entonces ya pensaba en quedarme para siempre aquí. En otras de las vacaciones entre los míos, los Paulinos de España me invitaron a quedarme y asumir la librería de Madrid, pero fiel a mis convicciones regresé a Chile. Y aquí estoy.

Nota realizada por: P. Martin Dolzani, ssp

1 comentario:

  1. Que bella historia del llamado del Senior para
    que Pablo Uriarte, lo sirviera por siempre.!
    Rescato de toda la historia el "Siempre Librero.!!! De tan humilde me impacto terrible-
    mente.!!!!!!!!

    ETEL

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