"Hasta que Cristo se forme en nosotros" (Gál 4, 19).
Creo que vale la pena preguntarse aquella cuestión que se plantearon, en su momento, los que editaron esta versión 2001 de DF, que fue reproducida a partir de la edición impresa de 1932, con la colaboración de P. Teófilo Pérez y el Hno. Maurizio Tirapelle: ¿Qué relación tiene la DF con el Fundador? ¿Es posible encontrar las claves paulinas fiables para una contextualización de su lectura y una interpretación renovada de nuestra vida carismática?
Es necesario tener claro qué es el DF y para qué nos sirve hoy. El escrito es un cuadro de referencia de la vida paulina y señala cuáles son esos rasgos de su espiritualidad. Hay que leer estos signos espirituales a la luz de la historia carismática paulina y asimilarlos con la oración. Luego reflexionar sobre lo leído y manifestarlo con un estilo de vida paulina.
La expresión "para qué nos sirve hoy" nos lleva a entender que profundizar en la personalidad y el pensamiento de nuestro Beato es fundamental para contextualizarnos con él y las generaciones paulinas de aquella época. En ese tiempo, se vivía una radicalidad inspirada en el mensaje evangélico, bíblico y les preocupaba cuáles eran las necesidades de los "nuevos tiempos". Tanto que al final de su vida, nuestro Fundador dirá: "La mano de Dios sobre mí, cómo nos condujo". Esta expresión de Alberione denota dos aspectos característicos de los comienzos de la Familia Paulina: el entusiasmo de las primeras generaciones y el crecimiento significativo de la misión. Otro factor para considerar es que nuestro Beato no estaba solo en este proyecto de vida, sino que contó con la colaboración de muchas personas. Sin embargo, su figura se imponía, quizás por esa imperiosa búsqueda de la santidad y su constante deseo de mostrar el rostro de Dios con su vida. Esa vida que quiso plasmarla desde su Obra Fundacional.
Es interesante percibir como la vocación del Primer Maestro fue acompañada y orientada por personas que ─directa o indirectamente─ fueron mostrándole ese rostro de Dios en las diferentes etapas de su vida. Por ejemplo, durante los cursos de bachillerato, cuando comía en casa del párroco, Giovanni Battista, quien invitaba a tomar café después de cenar a algunas personas amantes de la cultura, como los profesores de Alberione. Esto le ayudó a amar los libros, la música, la historia y la filosofía. Sobre todo, se sintió inmerso en el mundo eclesial. Esta realidad parroquial fue para Alberione como una primera comprobación de su sensibilidad y sentimientos, la finura de su inteligencia y la vivacidad de su imaginación.
En aquella expresión de Jesús: "Venid todos a mí" (Mt 11, 28), Alberione pudo comprender que toda su persona se comprometía con el proyecto de Dios y pudo entender las realidades eclesiales y sociales de su época. En aquella intimidad con Dios, abrió su mente y su corazón para una misión muy especial. Se sintió que debía prepararse bien y hacer algo por el Señor y por los hombres de su tiempo.
Nuestro Beato percibió que Dios lo amaba aun en su pequeñez y fue esa motivación que lo animó a realizar su camino al sacerdocio para responderle con una entrega total, es decir, a no descuidar nada que pudiera servir al desarrollo de toda su personalidad. El objetivo estaba muy claro, había que servir a Dios en toda su integridad como persona para un apostolado más fecundo. Todo había que integrarlo para una radicalidad de consagración: "mente, corazón y voluntad". Este pensamiento quiso que no se quedará solo en él, por eso, lo comunicó a otros. Intuyó que otras personas también podían asociarse a este proyecto de vida paulina y que de alguna forma esta experiencia obraría "cambios" en las personas para una mayor gloria de Dios. "Vagando con la mente en el futuro, le parecía que en el nuevo siglo personas generosas sentirían como él sentía, y que, asociadas en organización, se podría realizar lo que Toniolo tanto repetía: 'Uníos, si el enemigo nos encuentra solos, nos vencerá uno por uno'" (ADds 17).
Fredy Peña T., s.s.p.
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