SEGUNDO
MISTERIO GLORIOSO
La Iglesia nos
recuerda que Jesús, una vez cumplida su misión, en este mundo,
debía gozar eternamente, primero por medio de su Resurrección y
después en su gloriosa Ascensión.
Alberione
quiso darle un sentido concreto a este gran misterio, sobre todo, con
relación a “dar gloria al Padre”. Pudo sintetizarlo en dos
principios: Jesús, en su petición al Padre de ser glorificado,
aduce la razón: él ha glorificado al Padre; además, envió a los
apóstoles para que vayan y lo anuncien dando gloria al Padre. Sin
duda que nuestro Beato vio esta tarea del “anuncio del evangelio”
como un verdadero ministerio.
Jesús
recibió la misión recibida del Padre: enseñó a los hombres la
doctrina celeste; reveló a los hombres una moral más perfecta y
apuntó hacia una más alta. Se hizo para ellos Maestro y anunció en
toda la tierra su doctrina… y sucesivamente encargó a los
apóstoles que la predicaran en todas partes
(RSP, p. 148).
Para
quienes creemos en la Resurrección de Jesús y la nuestra, quizá,
no hemos reparado en que el sacrificio de Cristo fue el poder
salvarnos y darnos la posibilidad de ser nuevas creaturas. Alberione
entendió que la “salvación” fue en rescate por los pecados del
hombre o por los que viven como si Dios no existiera. Tal vez, en la
actualidad, aún no se ha comprendido lo que significa recorrer un
camino de santidad o de salvación, como lo asumió nuestro Beato.
Jesucristo,
para salvar a las almas, vino del cielo y, como buen pastor, fue a
buscar a la oveja perdida. Este mundo apremiado por sus pasiones,
sigue caminos torcidos… Demasiado se piensa en la tierra, y poco en
el cielo. Hombres fríos que no cuidan ni su propia alma, ¿cómo
podrán transformarse en apóstoles?
(RSP, p. 149).
La
Iglesia necesita de hombres entusiastas, positivos y fervorosos para
cumplir el mandamiento del amor. La familia Paulina también aspira a
cumplir este propósito: la santidad de vida y un apostolado fecundo,
cuya prioridad fundamental es la predicación de Cristo. Sabemos que
la santidad, para muchos, no es un tema muy recurrente; no obstante,
en nuestra condición de hijos de Dios, nos basta saber lo que
Alberione asintió y plasmó con su vida: Si
no nos amamos con un amor sobrenatural, no podremos amar como Jesús
lo hizo. Quien se santifica, sin duda, santificará a otros; en
cambio, quien peca no se ama a sí mismo ni al prójimo, y hasta
podrá ser de escándalo y ocasión de ruina para los demás
(RSP, p. 150).
Los suenios de Alberione, se fueron haciendo rea-
ResponderEliminarlidad, con la Familia Paulina, quien de todas las
maneras posibles ha ido evangelizando y glorifi-
cando al Senior. Lo que nunca imagino que el Pa-
pa Francisco, regalo de Dios para el mundo, lle-
varia a la practica, desde la Catedra de San Pe-
dro sus mismos deseos...!!!!!!
ETEL