“La persona que no ama, busca el bien particular, inmediato,
fugaz. Quien ama, busca el bien universal, eterno, inmutable. Quiero amar, y
por amor afrontar sacrificios, que harán crecer y fortalecerán el amor eterno,
como eterna es mi alma.
Amaranto, bella flor, que hablas de esperanza al caduco hijo
del tiempo, eternízame en el amor, hazme tender al amor eterno, que es aspiración
del fervor del genio, del espíritu, es palpitar del corazón que busca este
arcano, fruto de la fe. Éste es también mi suspiro, el anhelo de quien ama,
espera y cree.
Ennoblezcamos el amor, porque él es la fuente de las dos
felicidades: la del tiempo y la de la eternidad. No se puede aparecer
verdaderamente buenos, piadosos, amantes, nobles, sino cuando uno lo es
interiormente.
¡Cuántos efectos buenos causa el amor en el amigo! Pero eso
debe ser meditado, pensado, razonado, esforzándose por amar, pero sin vanas
ilusiones.
Enfermo, agobiado de dolores, angustiado por los adorados
padres y bondadosas hermanas, pálido, flaco, agotado, fija su mirada en el
crucifijo y luego en el cielo; y en el sublime éxtasis del amor exclama: “Tú
eres mío, tú eres el objeto de mis suspiros”.La conciencia lo asegura, la razón
le da certeza, la fe hace paradisíacos sus deseos, ya que eterniza su grande e
inmenso amor.
Los padres lo adoran, los superiores lo aman, los compañeros
emulan en amarlo, alabarlo, apreciarlo. Se siente feliz por un bien infinito,
inmutable, seguro, casi transparente, con los ojos límpidos, con la frente
serena, venerable, entre las blancas almohadas, el lecho blanco; es un ángel,
envidiado por los ángeles.
En su dolor goza de una calma, una paz, un amor que no parece
posible para un hombre. Además, se esfuerza en agradar a todos, en amarlos. ¡Oh
sublimidad de su amor, su grandeza de ánimo, fortaleza e impulso de su corazón!
¡Cuán feliz se siente!
¡Pero cuánto ha trabajado para llegar a este punto! Los fuertes
asaltos, el corazón que se desvía sensibilísimo, su inteligencia que… esquiva
tantos peligros y dificultades.
Sin embargo, ¡cómo se ha serenado con razones, esfuerzos y
repetidos golpes!
¡Oh Jesús! Hazme amante, dame a conocer las dulzuras del amor.
“Sigamos a este príncipe”. María, Madre mía, dame amor. Mi corazón tiene sed de
amor, pero no le basta el amor finito: ilusión demasiado incierta y cruel”.
Beato, Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina
(1884-1971). Del diario juvenil (17-24 años).
Impresionante lo que aqui se relata del Beato Al-
ResponderEliminarberione, sobre todo su capacidad para el sufri-
miento, quizas me llame la atencion, por el hecho
que yo tengo muy poca ante el dolor fisico.!!!
ETEL