La Iglesia católica
romana se prepara para celebrar El año de la fe desde el jueves 11
de octubre de 2012, hasta el 24 de noviembre de 2013 y, cuando me
dieron la oportunidad de escribir aquí me pareció que debía ser el
hilo central del artículo.
Sobre todo porque desde
que empecé a colaborar con las publicaciones y tareas de la familia
paulina, el tema de la fe empapó siempre las actividades.
El hecho de haber
dispuesto esta acción pastoral tiene como finalidad contribuir al
conocimiento de la propuesta cristiana y a la conversión de quienes
no comparten esta fe, como a redescubrirla para que, quienes sí la
conocen, sean testigos creíbles y capaces de indicar la puerta de
esa fe a los que buscan. Asimismo, la finalidad de la acción
pastoral paulina no dista nada de ser la misma que señala la Iglesia
para este año.
Es un objetivo
interesante mientras que la acción evangelizadora esté en la línea
de la propuesta y no en la búsqueda obsesiva de la “conversión”,
palabra en la que los obispos hacen hincapié. La conversión debería
ser una opción que se puede tener en cuenta, pero que no puede ser
lo único que ocupe el horizonte de quien presenta el mensaje de
Jesús. No olvidemos que al dar a conocer este mensaje de Jesús, no
lo hacemos para “ganar adeptos” sino para compartir lo que nos
hace felices. La conversión del evangelizador debería apuntar a que
la gente pueda descubrir los valores del evangelio y que su objetivo
principal no sea que pertenezcan a la Iglesia.
El inicio de este Año de
la fe coincide con el cincuenta aniversario de la apertura del
Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario de la publicación
del Catecismo de la Iglesia católica. Es curioso, pero todavía hay
católicos que dicen “¿Cincuenta años ya y todavía hay gente que
se aferra a las costumbres pre-conciliares?”, mientras que hay
otros que se excusan diciendo “Y bueno, recién hace cincuenta años
del Concilio, en la Iglesia las cosas tienen que hacerse
prudentemente y bien pensadas” (léase que “prudentemente y bien
pensadas” quiere decir “lentamente y sin molestar a los
poderosos”).
La eclesiología del
Concilio Vaticano II sigue siendo una novedad y resulta “de
avanzada” para muchos, mientras que, en realidad, todavía resulta
“escasa” para ponerse a la altura del Evangelio.
Es curioso que a veinte
años de la publicación del CIC –Catecismo de la Iglesia Católica–
todavía hay pastores y catequistas que lo proponen para que se use
en las aulas y en los encuentros, contradiciendo lo que el mismo CIC
dice en su presentación.
Sinceramente, y de cara a
la tarea realizada por paulinas y paulinos según las intuiciones del
Primer maestro, me produce cierto escozor que tanto esfuerzo no haya
provocado una mayor toma de conciencia en los cristianos.
La convocatoria al Año
de la fe, nos dice que en los actos que participe Benedicto XVI,
especialmente durante la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013, se
favorecerá la unidad entre todos los cristianos. Una iniciativa que,
ciertamente, es muy positiva; al menos alcanzaría con que no haya
prejuicios ni discriminación y que la búsqueda de unidad sea con
verdadero diálogo y no sólo queriendo que los demás piensen como
uno. Y que esa actitud se cultive cotidianamente y no solamente en
los encuentros con el papa.
En esta propuesta, las
Conferencias Episcopales fueron invitadas a mejorar la calidad de la
formación y a utilizar los nuevos lenguajes de comunicación y del
arte. Un llamado que, a pesar de que hace muchos años que lo
estamos escuchando, se avanza poco.
En lo que respecta a la
formación, sería estupendo insistir en que los principios éticos
cristianos sean verdaderamente ecuménicos, pluralistas y respetuosos
de los pueblos originarios. No hay que dudar en denunciar la
corrupción sostenida por el sistema capitalista que estimula el
consumismo desmedido y coloca al tener por encima del ser. Por otra
parte, también hay que formar en una ética de servicio, no de
opresión, que le da una nueva connotación al concepto del poder
tanto político como religioso ; porque quien no gobierna para
servir, no sirve para gobernar.
En lo que respecta a los
medios, que es el carisma propio de nuestra familia paulina, se debe
rechazar explícitamente la manipulación que ejercen los que
alienan, estimulan la violencia, la mentira, tergiversan los hechos y
utilizan las medias verdades para desinformar. Y no me refiero sólo
a los medios seculares sino también a los medios de comunicación
religiosos que, por ejemplo, haciendo una lectura literal de la
Biblia mantienen un sistema patriarcal, una postura machista, una
teología sacrificial y una visión que conduce a la resignación y
al conformismo.
Por eso, es oportuno
fomentar los medios de comunicación alternativos y comunitarios que
pueden ser el motor de una comunicación que ayuda a crecer y a
construir un trabajo en red que resulte verdaderamente eficaz y
potenciar las iniciativas que se realizan de parte de quienes se
dedican a esta tarea desde hace años.
A las diócesis se les
propuso impulsar congresos, jornadas y celebraciones penitenciales.
Qué bueno sería que el contenidocontribuya a vivir una
espiritualidad liberadora para contribuir a la construcción de un
mundo que es posible, con paz y justicia social. Y que las
celebraciones penitenciales promuevan una moral liberadora y rechacen
la moral farisaica y opresora, moviendo a ser coherente entre el
decir y el hacer.
A las parroquias y
movimientos religiosos se les propuso celebrar la Misa en comunidad
porque «es allí donde se proclama, celebra y fortalece la fe de la
Iglesia». Por eso deseo que esas celebracionesno sigan una
estructura eclesial ritualista, que rompe el modelo de
Iglesia-comunidad y que sean eucaristías comprometidas con los
procesos históricos de liberación y que no sostengan la involución
impulsada por los sectores más conservadores.
Al cristiano “de a pié”
no se le ofreció nada en particular, así que termino este artículo,
sencillamente invitando a vivir la fe, a pensar la fe, a ser capaces
de dar razones de ella y a vivirla con sentimiento y pasión. No
olvidemos que la fe se vive en comunidad, y se pone en práctica con
las obras. Y cada uno es responsable, en el sentido que no puede
depender de lo que “hagan otros”.
Por eso, al releer estas
líneas, me imagino que, con cada párrafo, podría escribir un
capítulo entero, así que le propongo al lector que lo relea y que,
a cada párrafo le dedique el tiempo necesario para “re escribirlo”
para su vida.
Juan Carlos, impecable tu Art...! En este comien-
ResponderEliminarzo del "Anio de la Fe", los verdaderos creyentes
hagamos el proposito de ser Testimonios vivientes
de la Unica Verdad en la que creemos.!!!!!!
ETEL