“No teman. Yo estoy con ustedes desde aquí quiero iluminar. Vivan en continua conversión”.
Después de aquel sueño de 1923, Alberione creyó escuchar una respuesta de Jesús a sus inquietudes y sueños. Fue como si una voz hubiera querido señalarle el camino hacia los nuevos desafíos de su tiempo y de qué manera las horas dedicadas a la contemplación del sagrario iban a otorgar la mayor luz para el momento que vivía. Como no pudo callar lo que había experimentado ante tamaño signo divino −haya sido sueño o no−, lo compartió con su director espiritual, y este supo darle una orientación sabia y santa.
Tranquilízate; sea sueño o no, lo que dijo es santo; haz de ello como un programa práctico de vida y de luz para ti y para todos los miembros (Abundantes Divitiae, n. 154).
Desde este episodio todo se orientó a partir del sagrario y de prolongados momentos ante su presencia. Es así como nuestro Beato interpretará cada expresión desde el no teman al vivan en continua conversión. El primer mensaje es para señalar que no hay nada en el mundo que nos pueda separar del amor de Cristo y que este amor siempre estará con nosotros. Sin embargo, solo el pecado y nuestra insistencia en él nos alejan de su amor.
“Yo estoy con ustedes” es decir con su Familia, que yo he querido, que es mía, que alimento… ¡No duden! Aun cuando sean muchas las dificultades; ¡pero que yo pueda estar siempre con ustedes! ¡Nada de pecados! (Abundantes Divitiae, n. 156).
Cristo fue para el Primer Maestro la luz que ilumina hasta los rincones más profundos de nuestra existencia pero también los momentos de la historia que se fraguan en medio de las dificultades y vicisitudes. Así el desde aquí y el quiero iluminar se constituyeron en una constante invitación a tomar todo del Señor y de ningún otro lugar.
“Desde aquí quiero iluminar”. Esto es, yo soy su luz y me serviré de ustedes para iluminar; les doy esta misión y quiero que la cumplan…Maestro divino presente en el sagrario; que ésta es su voluntad; que la entonces amenazada Familia irradiaría gran luz. (Abundantes Divitiae, n. 157).
Por último, cuando Alberione alude a la imperiosa necesidad de tener dolor por nuestras faltas, no deja de expresar la enorme humildad que debemos de sentir cuando no asumimos nuestra fragilidad humana y también para que en nosotros no se pierda esa capacidad de alabar a Dios, aún con lo débiles que somos. Es un llamado a una continua conversión y a vivir en una auténtica fidelidad cristiana, sin menoscabarnos o minimizarnos por nuestros pecados.
“El dolor de los pecados” significa un reconocimiento habitual de nuestros pecados, de los defectos e insuficiencias: Distinguir en nuestra vocación lo que es de Dios de lo que es nuestro… de aquí nació la oración de la fe, el “Pacto o secreto del éxito” (Abundantes Divitiae, n. 158).
Fredy Peña Tobar, s.s.p.
Como siempre Fredy, hermoso y lleno de ensenianzas para llevar a la practica para los que no sentimos Paulimos de vida y corazon, dispuestos a llevar a Cristo por el mundo de ahi,
ResponderEliminarque los los titule en mi poema "Intrepidos del Evangelio"...!
ETEL